sábado, 26 de junio de 2010

EVOCARTE




EVOCARTE


Hace tanto tiempo ya que no sé de vos, que no es a mi a quién descolgadas del universo llegan tus palabras. Que leerte hoy es así, un montón de arena que se levanta de los desiertos, una inmensa nube sin viento ni tormenta, un enjambre de tus letras que ya de memoria sé y que veo caer en lenta espiral cerca o lejos de mis pies detenidos en alguna parte.
Tuve todas tus cosas y se fueron abandonando en las nuevas lunas, en otras noches de sonrisas más anchas que mis leves comisuras. No se sonríe igual cuándo se las sabe perdidas en otros ojos y en otras bocas.
Quien quiera evocar conmigo será también con el mismo amor que la admiración provoca, el cariño inalterable como el hierro de la prehistoria, con la gratitud –esa incógnita- que sabe quedarse en uno de manera incuestionable.
Sucede que por ordenar borradores viejos me di cuenta que te encontraba por todas partes, y que yo había crecido o que tus escritos cada vez más profundos ya no eran, ya no eran para mi ni en el más mínimo renglón.
La sombra lenta de tus palabras muriendo en el patio de atrás, trepando la medianera, escapándose en puntas de pie para que no pudieran lastimarme.
Evocarte en vida, sin los rigores de la angustia pertinaz, es saberte de todas maneras vivo.
Evocarte es, saberte cuánto te he querido. Saberte es que mi corazón muchas veces allí se demora.

Mercedes Sáenz