miércoles, 29 de noviembre de 2023

UN BONSAI


Botas bajas se puso. Pantalón apretado sí porque ya era una rutina diaria. No se pintó nada en la cara por miedo a que sus gestos o su mirada dijeran otra cosa. Tapó la mitad de su cuerpo con un poncho liviano color maíz. Respiró algo más profundo y tocó el timbre en un consultorio que no tenía secretaria.

La puerta respondió suave al empujarla después de un breve sonido. La sala de espera era chiquita con un cuadro abstracto que más de una vez en los minutos previos a su consulta le habían servido de licuadora. Metía en él un montón de palabras que después generosas salían para hacer historias. Una silla de caño negra y una mesa impersonal con un bonsai verdadero que nunca entendió que hacía allí.

El médico psiquiatra abrió la puerta antes de que se sentara y con un gesto de amabilidad repetido la invitó a pasar.

- ¿Cómo estamos hoy Lucía?

Le dio un beso que también era parte del rito porque nunca tuvo ganas de saludar a su médico de esa manera. No contestó. Una vez adentro ella preguntó:

- ¿Me puedo sentar en el suelo?

- Por supuesto Lucía, como siempre. No me contestaste cómo estamos.

- De eso quería hablarle. ¿Por qué siempre me pregunta en plural? ¿es algo de complicidad? ¿Es alguna técnica aprendida para que no me sienta sola con los problemas que traigo? Usted supuestamente me ayuda, pero no es mi amigo.

-No estoy acá para ser su amigo. Soy su médico, su orientador, quién puede ayudarla a decidir que es lo bueno y que es lo malo.

-De eso le quería hablar.´

-¿De qué?

- Lo bueno y lo malo, no coincidimos. Usted se apega a las reglas de todo el mundo y yo algunas de ellas no las quiero.

- Tengo cuarenta cincuenta. -continuó Lucía-

- ¿Qué cuarenta cincuenta?

- ¿Ve lo que le digo? Usted habla en plural cuándo me saluda y ni siquiera entiende, y eso que sabe la edad exacta que tengo. Me es lo mismo cuarenta y no sé que, que cincuenta y no sé que. El cuerpo dirá cosas en momentos distintos, pero más variaciones y modificaciones que las que tiene mi cabeza no va a tener. Estoy pensando que tal vez su saludo en plural tenga algún sentido, yo no sé nada de usted, pero imagino, usted en cambio sabe de mi lo que le hicieron estudiar. Pero sobre mi no imagina, sólo proyecta la línea recta de lo que es mi cura.

-¿Esto es por qué íbamos a empezar con el litio? – interrumpió el psiquiatra.

- ¿Íbamos? La receta estaba sólo a mi nombre.

Lucia bajó la cabeza, metió las manos debajo del poncho con las piernas cruzadas y la voz le salió llorosa. Una pirámide color maíz dónde apenas asomaban dos líneas de muslos, dos caminos que parecían no juntarse en ninguna parte.

- No lo entiendo- dijo Lucía- Esa sala de espera tan chiquita que parece una caja vacía de bombones que alguien se guarda para darle otro uso, un cuadro sólo que ni lindo ni feo no para de decir cosas cuándo hay tiempo de mirarlo. Una sola silla de caño negro. Un bonsai verdadero que ni luz tiene. Por más que sea un arte, no me gusta verlo, lo cortan despacito, con todas las técnicas que aunque no lo crea conozco bastante. Usted hace lo necesario para verlo así, cómo usted quiere. Pregúntele a la semilla si hubiera querido crecer así. Traté de imaginar algunas posibilidades, sala chiquita para que el que viene se sienta protegido, cuadro abstracto de colores pasteles para que nadie se sienta identificado, una sola silla para que el paciente piense que es único y ese bonsai vivo, que es cómo decir, con paciencia y esmero se puede ser un ser vivo con la misma forma de los otros, pero dependiente y preso. No sé que árbol es, pero ya no me importa. No quiero ser eso. Quiero quedarme así. Hoy no voy a pagarle la consulta, porque sólo me vine a despedir.

Se levantó despacio y se dirigió a la puerta, temblando, porque se abría con el portero eléctrico desde el consultorio, tocó la manija y un ruido conocido le permitió abrirla.

Mientras pasaba por el marco de la puerta, la voz desde adentro dijo:

- No es verdadero, es una réplica perfecta. Y se cerró la puerta

Las botas bajas se dirigían al ascensor mientras las manos salían de abajo del poncho color maíz para secar lágrimas que iban a caer no se sabe hasta cuándo.


Mercedes Sáenz

domingo, 27 de agosto de 2023

 




AMORES DESTEMPLADOS


Eran los tiempos
en que yo no era otra cosa
que respirar amores.
una toga me llegaba al cuello
y yo no era, sólo no era,
y un día la oí caer
cómo un pequeño acordeón muerto
sin ruido,
Sonido de una pequeña sombra
de hierro transparente, derretido.
unida en frío que cerró mis pies.

(nadie invisible detrás de mi,
los objetos no salen a mirarme).

No hay último gesto, ni beso en el aire
(soplido de niño), ni ofrenda


Rotan oscuros, segmentados
en la memoria de la noche,
huyendo con el apuro
del animal que lejos
mutará su piel

¿Han olvidado mi nombre?
Tal vez nunca les dije quién soy.
O no supe saberlos
y se desnudan de mí.

Hace frío.


Mercedes Sáenz

lunes, 24 de julio de 2023

 SIN TITULO


No quiero ser poeta, tampoco poetiza

No sabría hacerlo.

No soy poema.

Mil palabras al mismo tiempo bailan en mi cabeza

Escritas con sonidos que provienen del agua.

Golpea las rocas en la que creo estar sostenida

Son sábanas de papel que no saben nada.

Ensordecen las rimas de letras iguales,

Poco importa parece

Y con razón pocos saben leerme en un poema.

Un día empezaste a odiar mis botas vacías

Cuando quedaban a los pies de nuestra cama

Tus dedos desnudos chocaban con ellas.


Más que nada me importa el sonido porque

Es lo único que oigo como al agua.

Y no lo estás oyendo conmigo.

El vacío desborda, golpea, acaricia, recuerda con uno. 


Nadie sabe de veras quien soy

Porque yo tampoco.

Junto letras que acaricio como a un bebe dormido

Las pongo en algún lugar, el que encuentre

Porque sé que después no puedo repetirlas

Y tal vez así deba de ser, porque no son nada.

Porque también soy sólo algunas palabras…

MERCEDES SÁENZ


sábado, 8 de julio de 2023

 ASI EN LA COLORADA CÓMO EN EL FUEGO




Llegar a la tierra del sol, de ese misterioso dios que se hace el dueño silencioso de varios lugares del mundo. Ese, que si lo miras de frente lastima, si le das tiempo viste todo de dorado y sopla con la paciencia de un padre desvelado por un hijo con el calor necesario para que todo lo que toque cobre vida. Ese que todas las mañanas sale a cuidar su monte.
Este es uno de sus lugares, Oberá, en la provincia de Misiones en el litoral argentino.
Pasar por ahí por un evento muy importante y seguir el ritmo de lo que fui a hacer dejaba las piernas muy cansadas y la cabeza muy feliz.
Pero cómo esto no es la difusión de un hecho extremadamente cuidado que realizan hace treinta y un años consecutivamente, que es la feria provincial del libro, no separo las letras de los hombres.
Cada persona la convertí en un libro con esos poderes amables que se le conceden a uno cuándo entra en tierras encantadas. Y así, sin usar solamente los ojos se va leyendo con el cuerpo y con el alma, la sonrisa primero, la amabilidad que sale desde el cordón umbilical, ese que seguramente no les es cortado de la tierra. Caminan con el orgullo de la sabiduría que da el monte tan cerca, la mezcla de razas, el espíritu de combate que ya supo venir por la memoria de las cascadas y los ríos. La voluntad que parece no conocer la palabra quebrarse.
Y ya después, es solamente intercambiar dónde abrir las hojas, de los mejores cebadores de mate, de los que entienden diez y siete idiomas, de los que enseñan ajedrez en los colegios para ayudar a pensar, de los miles de voluntarias y voluntarios que hacen de la cultura su segunda prioridad. La primera es la vida.
De allí en más puede aparecer la biblioteca más grande que se haya conocido en una casa particular, la artesanía más habilidosa, la ternura que aparece muda en las plantas tan verdes que crecen sin ostentar el brillo con alboroto.
Auroras que además de haber amanecido para siempre, han volado por los cielos y ahora preparan a los niños para que amanezcan nuevos, sin las cosas que los grandes por experiencia queremos olvidar.
Entre dos fuegos todo ocurre sobre el que camina por tierra colorada. Se prende el alma y ya no se apaga.

Mercedes Sáenz

viernes, 19 de mayo de 2023

 INSOMNIO

Una noche tiré piedras a un vacío
caminé con un palito dibujando la tierra
(palabra que la tierra reza )
hice en el aire paredes de algodón y tiza
(la luna mareaba el agua)
y vos seguías ahí
con silencio de baldosas
muriendo en la vereda.
¿No te cansa resbalar sobre mi cada noche?
perfilar el declive de mi cara sin luz hasta mi boca
espiar la abertura de los ojos
tocar mi pelo
soplando negro suave
como si quisieras seducirme.
Creo que ya te amigo,
en esas noches de segundos largos.
Si vas a seducirme,
acompañame,
adiviname
en silencio ciego
tu secreto de azúcar,
tu intimidad leve y
mañana…
déjame dormir.
Mercedes Sáenz
Puede ser una imagen de iluminación
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martes, 2 de mayo de 2023

     Tal vez tendría que empezar ... para vos de yo

Diálogo que existió
CON GALERA
Paso por su puerta, (en realidad no tiene puerta). La única ventana llega en su parte de abajo a unos cuarenta centímetros de la vereda. Hay un número arriba que dice 1926.
Es una planta baja, pero él dice que es el piso ochenta y que desde ahí no se piensa bajar.
Esa ventana parecía sin él una de esas calles sin vida antes de llegar a dónde acaban, Abierta, entraba un pedazo de cielo y las cortinas se volvían de puntilla.
Paso todas las mañanas y sin golpear los vidrios sabe que estoy allí parada, indefensa y tonta.
No salía a hacer compras, ni el diario, Igual estaba enterado de todo.
Varias vueltas di, queriendo buscar otra entrada, No encontré otra. Según los vecinos era parte de una casa que se vendió, con una historia confusa y cuestionable.
Nadie parece verlo nunca ni a mí tampoco cuándo estoy ahí.
Una vez intenté llegar en puntas de pie, con saltos pequeños para sortear pedacitos de agujeros del suelo, pero la ventana se abrió como si la hubiera movido un soplido de seda.
Dice que su nombre es lo que menos importa.
Le dejo lo que escribí de noche y a la mañana siguiente hace una devolución de lo que le entregué.
Esta mañana, mientras me devolvía mis escritos con las correcciones, cambiamos palabras extrañas y se puso una galera.
Extendió la mano con los papeles y vociferó una fea palabra. No sabe darse cuenta de la cara que pongo.
Este fue el diálogo:
¿Se acuerda la última vez que la vi, en San Juan?
- Sí, usted quería darme unos pocos de luna, pero no del valle de arcilla, quería sacarle un pedazo de piedra a esa masa de luz generosamente prestada.
-No me hable en verso.
- Le quiero pedir un favor -suavizó en la voz como si cambiara de tema
Contesté con mi “claro” más amable.
- Quiero tomar el té, -me dijo- uno bueno.
- Traigo todo, no se mueva - enfaticé.
- Todo no- me aclaró- usamos de bandeja el borde de la ventana. Eso sí, por favor, los bollos los quiero con crema pastelera.
Obedecí feliz paseando mi rareza de caminar entre todos con cosas en las manos como si nadie me viera.
Los dos de pie, con la ventana de bandeja, más que mirar al té sobre la mesa de cemento sin patas, nos mirábamos a los ojos.
¿Por qué se puso galera? -pregunté
- Para poder hacer una reverencia, una sola, y que quepan allí todos los pensamientos que voy a soltarle, es la pala más grande de sombrero que se me ocurrió y creo que me queda bien para despedirme.
¿Y por qué?
-No me preguntaste por qué el día en que empezaste a verme.
No vio mi cara cuándo me la tapé con todo el pelo. Era la primera vez que me tuteaba. El pelo es buen telón para la tristeza.
¿Y a dónde te vas ahora? Pregunté sin saber si iba a responderme.
- A Córdoba, Hay una escritora ahí que necesita un poco de ayuda, pero ella sabe escribir, vos estás aprendiendo.
- ¿Y ella va a poder verte?
No creo, voy a hacerlo a través de uno de sus alumnos, que seguro, seguro, ya sabe que estoy llegando.
¿Y yo me voy nomás?
- ¿De dónde? Si nada te impide estar en todas partes.
- Gracias por el té, contesté con un nudo casi infantil.
¿Por el té? -Vociferó dejando bien clarito que no había sido lo importante
- Perdón. (Es una linda palabra que a veces es sólo un mandato o un resorte.)
Me di vuelta con lágrimas que seguro las sabía y me fui rápido a tratar de escribir esto, esto que para nadie iba a ser cierto.
A la mañana siguiente una bolsa de papel cartón llena de migas esperaba en el suelo. Y la ventana, verde y descascarada, con los postigos cerrados, acunaba un gato placenteramente al sol.
…Me olvidé de hacerle una pregunta; ¿eligió el 13 de junio para llegar y el 11 de septiembre para irse a otro lado?
Es una de las tantas aristas que desconozco.
Mercedes Sáenz
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