miércoles, 6 de agosto de 2008

LÁGRIMAS NEGRAS

LÁGRIMAS NEGRAS



No llores por mí, le dijo. Siempre intentó que no lo hicieran. El llanto mejor, sólo es cuando emociona, también decía, que el recién nacido lo hacía por no saber comunicarse cómo después lo hacen los adultos. El llanto de inmensa necesidad.
Corresponsal de guerra era y el peor viaje estaba por venir. Poca valija para poner los pies como sin zapatos. Vueltas por el mundo sin paz. Quedar siempre como un ombligo dividiendo la mitad del cuerpo entre un llanto de anestesia y ese macabro muestrario de las lágrimas. La protegían de los ruidos pero le llegaban solos cuando sus sábanas se convertían en dos láminas de acero sabiendo que estaba viva. Por la mañana, después de frutas y colores en el desayuno caminaba hacia pedazos de muerte.
La torera, le decían. Quebraba la cintura, doblaba las piernas, hasta quedar tan invisible como arena en la arena, cuerpo a tierra casi cómo los soldados de guerras ajenas. Y los toros, eso parecían las imágenes, aunque fuera uno que parecieran muchos, cómo un 7 de julio en Pamplona. Tal vez no lastimaban su cuerpo o no se daba cuenta, pero en el cristal de la máquina por dónde miraba todo se hacía trizas.
Sonsas maneras de morir, a veces solapadas porque a veces el instinto también se asusta y ni siquiera se da vuelta. Pero la torera volvía siempre, sólo que con lágrimas negras.
Sonsa manera de seguir viviendo cuando volvió como tantas veces explicando la muerte detalladamente y a él no lo encontró.
No llores por mí, le había dicho una vez, no hay llanto tuyo que lo valga.
Sonsa manera de sobrevivir, ahora.

Mercedes Sáenz

viernes, 1 de agosto de 2008

HUÉSPED QUE NO AVISA


HUÉSPED QUE NO AVISA





Amanecerás de nuevo,
sin ninguna palabra.
transparente
cómo una lámina de aire que puede doblarse.
cómo un absurdo inútil sin forma.
Impiadosa hacia mí
me miras
con un versículo en un ojo
que mi fe desconoce.
y te miro, tristeza,
cómo un mojado cartón,
una montaña invisible
que no modifica
ninguna escena.
Es un ruego tal vez
que des vuelta la silla,
ya soy testigo de mí
inventando nombre a la fisuras.
Él me ha perdido
pero en cada quebradura
él sigue ahí,
dónde los huesos queman
porque ha mordido el dolor
todo lo blando
sin detenerse, sin distinguir.
Si no te vas, no me mires al menos,
la silla esa es mía.

Mercedes Sáenz


martes, 29 de julio de 2008

LA ÚLTIMA TARDE

LA ÚLTIMA TARDE






Se cruzó de piernas cómo suele hacerlo. Un ruido imperceptible desvió sus ojos, el cigarrillo cómo un insecto pesado voló del cenicero. Lo tomó con las brazas mirando hacia él. Ese lo apagó para siempre.
Se levantó de escribir y salió a despedir y una leve tarde la que se iba húmeda en pasto.
No gravitaban los colores en esos círculos que parecen jugar silbando en el cielo con un resto de luz, no decían nada.
Bueno, hoy nada.
Hoy, las letras se deslizaban por el camino del desconcierto, enfilaban para algún lado para no detenerse en el humo de la pipa con las volutas que suelen hacer poemas sin que nadie les diga.
No sabía cómo, con qué argumentos sostener la última tarde que pensaba escribirle.
Que no se haga silencio por favor, es lo único que pedía mirando al cielo y al piso, frotándose las manos. Buscando algún movimiento que lo detenga un rato, más.
Lo que está debajo de la piel si no se escribe se vuelve grito.
Nunca había conocido una mujer con tanta luz blanca.
Después de haber estado cuatro años en el Uruguay volvió a la Argentina. Con otra cara y otro nombre y con esa esa mujer que en unos minutos saldría del baño vestida de blanco impecable y con una toalla en la cabeza, que sin saberlo ella le había llenado cada hueco del infierno que él había dejado en los campos de detención de los pedazos de hombres que estaban en las cuevas de la dictadura.
Años juntos con la mujer de luz fueron de amor y de lucha-típica y doméstica- en dónde hubo secretos, códigos, felices claves en los ojos incapaces de leerse desde afuera.
Nunca se animó a decírselo a la mujer de luz blanca. Parecía esos hombres que porque sí se sientan en algún banco de plaza a conversar con un anciano.

La única condición que puso para entregarse era que jamás la mujer de luz blanca supiera nada. Entonces decidió no escribirle.
Golpeó la puerta del baño y ella se asomó con una bata impecable y otra toalla blanca también en la cabeza que asomó por la puerta a medio abrir.
- ¿Que? dijo suavemente-
- Sacate la toalla del pelo.
-¿Por?
- Me gusta verte el pelo mojado.
-Ya salgo.
- No, un segundo, ahora, estaba por escribir algo y antes quería verte el pelo.
-Bueno, sonrió y un pelo enredado y húmedo largó sonrió con ella.
- No te apures, ya tengo la imagen que quiero. Ella cerró la puerta con una risa franca que apenas se oyó.
Se dirigió a la puerta de la salida, sintió su trasero húmedo junto a una escuálida sensación de emociones. Ofrenda de consuelo tal vez.
Afuera en un auto lo esperaban tres sobrevivientes de algún pozo negro, de esos en dónde él mismo había cortado la muerte en pedacitos, en dónde más de una vez le pidieron al menos un minuto de respiro antes de que expirar sea la última palabra. La justicia esta vez iba a ser decidida por los que no la tuvieron.
El auto arrancó despacio y silencioso y ya ni siquiera pudo apoyar la cara contra el vidrio, el golpazo aplastó su nariz contra un plástico que empezaba a entibiarse por las primeras gotas de sangre.
Cuándo ella saliera del baño terminaría la última tarde. Nunca sabría la mujer de luz blanca que se entregó a la gente que él tuvo en cautiverio , mientras el pelo empezaba a humedecerse desapareciendo lo último que los ojos le escribieron, inocentemente se sentó al sol que empezó a secarlo en silencio.


Mercedes Sáenz

jueves, 24 de julio de 2008

ENTRE DIÁLOGOS DISTRAÍDOS





ENTRE DIÁLOGOS DISTRAIDOS




Una reunión cualquiera es una ceremonia entusiasta sin aplausos, de forzada amabilidad cuándo fue organizada con esa media obligación de concurrir.
Se forman pequeñas islas cómo si fueran distintas civilizaciones, se agrupan en defensa propia según algunas tinturas de pelo, las uñas perfectas y copas en la mano en que el alcohol se desmoronará en pensamientos inútiles sobre lenguas que discutirán si la manteca es buena para los gatos.
Poco salen a la voz secretos o misterios de esa prehistoria que a veces tienen dos o tres generaciones
La mezcla de perfumes invade todo haciendo olvidar que los olores silvestres eran los ojos que conducían antes a los destinos necesarios.
El olor de los hombres se escapa primero en el aire y quedarán detrás de la puerta como silencios esperando afuera. Y después cada olor volverá a su espalda y descansará en el saco que colgará en algún lugar prolijo de su casa.
Y yo estoy ahí, en esa media forzada concurrencia vestida de amabilidad.
La música parece ya una sacerdotisa longeva que obligan a bailar por todos los ambientes.
Empezaban a deformarse las orillas de lo que veo. Mi vaso no copa lleno de nada y los ojos semiabiertos buscando en algún lugar la luna. Y me senté afuera para ella sola.
Me miraban unos ojos y me pareció ver un caminito de parras celestes y serpentinas. Y después oí tu voz. Y no hablamos de mantecas y de gatos. Sé que por un rato me perdió la luna.


Mercedes Sáenz

martes, 22 de julio de 2008

EN LA CASA DE UN AMIGO


EN LA CASA DE UN AMIGO



Sin hacer ruido que igual se hace. Zancadas largas arriba de los colchones quietos en el suelo y las estaturas que no piensan detenerse. Largas noches de mezclas y de alquimias de alcohol barato que es el que puede salir del bolsillo.
El cansancio es arrastrar un carro con buey de plomo y piedra y una cama espera como un mostrador sin denuncias que hacer en la madrugada que empezó hace rato.
Quedarse sin zapatos y aterrizar la cara contra el colchón., cómo esté. La sábana está suelta y hay una sola manta.
Y nadie dirá nada aunque todos se hayan dormido con la ropa puesta. La música ya se fue de los oídos y las pupilas ya sin luz guardan los sueños de cansancio y también los que esa noche no sucedieron.
No hay murmullos, conversarán mañana cuando el primero que se despierte traiga también los primeros mates.
Dormir en la casa de un amigo cuándo el cuarto puede extenderse si hace falta hasta el pasillo.
Olor a cansancio adolescente que mañana hay que defender antes de que alguien suba a mirar cuántos hay, seguro una madre llamará a las ocho para calmar su angustia porque alguno se olvidó de avisar.
Dormir en la casa de un amigo, no recordarán más grandes la de veces que los pies de alguno les tocó la cara.
Recordarán sólo el alivio de dejar un cansancio espeso no en cualquier lugar.



Mercedes Sáenz

sábado, 19 de julio de 2008

ACTITUIR

ACTITUIR





Es casi como el verbo ser. Tan finito, amable y desconfiado como ningún otro verbo, a pesar de no serlo. En caso de conjugarlo, se diría tal vez “yo actituyo”, ¿un acto mío que es tuyo? La actitud manda. Determina. Encaja en el contexto de cualquier hecho que tomemos, emocional o real.
De allí, surgen nuestros primeros y más precarios resortes del concepto justicia, igualdad, sentido común, sentido individual y colectivo con respecto al prójimo.
Nuestra actitud al juzgar la de los otros, se ve determinada por todo el equipaje completo de lo que creemos de la otra persona. Sirve para ponernos a prueba y no sólo para ser sometidos a ellas.
El tema puntual, para mí, es que no incluye, todo lo que hombre dice. A la actitud la disfrazamos, con adornos ficticios y la demoramos. Intentando leer los cuerpos de otros hombres y mujeres y no somos especialistas en esa lectura. Y cuando hay que ir al llano y entender que una sola cosa está pasando. El hombre perdió siglos de solidaridad y no hace el menor intento por hacerse más bueno. En líneas generales al menos. Están las excepciones, pero no alcanza. No por eso nos hemos vuelto más buenos.
Hay una realidad que azota, aún peor que el último tsunami. Y a veces no nos gusta el tono con que alguien dice desde la trivialidad más grande hasta en el silencio más pequeño que se muere de hambre.
O la soberbia no permite la actitud de ciertos cometarios y entonces con dedo juez condenamos al otro al exilio del silencio. ¿Quién nos permite, semejante osadía.?
Tal vez hay que replantearse el Presente del Modo Indicativo del verbo actituir. Cambiemos la actitud en lo que a cada uno nos toca. Sin huir.

MERCEDES SAENZ

viernes, 18 de julio de 2008

un renglón

A un año de su muerte, pequeñísimo mi homenaje al negro Fontanarrosa. Cualquier cosa que pueda decir él ya la dijo cuándo habló con tanta certeza, genialidad y particularidad del perfil del ser humano y de toda la sociedad que conoció. También habló de si mismo por eso es imposible que le dedique nada más que estas palabras. Todo el cariño, todo el recuerdo. Mercedes Sáenz