sábado, 10 de agosto de 2024

 DECIR DECIR



DECIR, DECIR

Era la boca de los olvidos, la de alguna vez besos. Era el vacío hueco que dejaba de ser sordo. Era quién hablaba con las manos y junto con los gestos deshacía palabras. Era la postergada insistencia del atropello. Era.
La última prohibición golpeaba y las últimas leguas se hacían vuelo. Era quién debía decir.
Caminó hacia la esquina de las dudas, el único lugar en que empezaba el silencio. Decir, decir, le golpeaba el pecho.
Preguntó en que banco del colegio se sentaba. Era lo mismo después de llegar afuera del patio liso cruzado por baldosas. Tan inmenso el espacio que protege, tan diminuto dónde sostener los pies.
Con la tarde viniéndose encima jugó con el llavero del apuro en las manos sin abrir. Decir, decir.
El salió con la camisa fuera del cinturón sosteniendo el pelo de la frente como si estuviera largo, los cordones sueltos y algo que jugaba con su boca.
Ese sol hacía más larga la figura de crecer y la adolescencia no terminaba en sus piernas largas continuando hasta el balanceo de la cintura. Los ojos de más alto se concentran, apresuran un salir de clases que esa edad no espera si es la madre que perturba.
Le vio los ojos con la pintura algo corrida por el llanto.
- Mamá. – Y le extendió los ojos.
- Quería decirte…
- No hablamos de la separación hoy con el psicólogo y papá. Hablamos de mí. Ya sé que te adopté a los tres días.
Decir, decir. Las llaves se cayeron en el suelo. Y un solo abrazo, a esa edad,  el mundo.
Mercedes Sáenz


jueves, 1 de agosto de 2024

 





UNA PALABRA
La vida va y vuelve
y nos pasea.
Y no sabemos cuando algo
fue la última vez.
No sé si voy a oirte
volver a pronunciarla.
(O tan despacio que solamente
la robe el silencio)
Su inútil finitud
no la hace débil.
Una palabra puede atrapar
la eternidad de Dios
en un soplido de arena.
Puede llevarse toda la
vida en el alma.
Nunca oí siendo mujer
tanto amor en mi nombre.
Nunca nadie dijo así
Merceditas.
Me lo dijo la Tierra

Mercedes Sáenz

martes, 11 de junio de 2024

 

FOTO CONVERSA


Me desperté llorando algo lluvioso, con algo de barro en las articulaciones y con mucho viento de arena en los ojos. Esto es de la edad pensé primero y sin duda lo era.

Después apareció eso que al alma le damos, la edad que necesitamos.

Y apareciste vos, muy señor mío. Vos turbulento, racional tranquilo, loco irreverente, inteligente hasta donde llegaban mis sorpresas con algo de generosidad que alguien te prestaba. Tu sonrisa escondida casi siempre debajo de la boca, aún después de una carcajada. Y entonces aparecías tus ojos chiquitos y oscuros, mezcla de cuis y de diamantes. Y es ahí donde siempre te encontraba en el cariño, aún en la mentira. En la duda, tus famosas dudas. Nunca fui muy inteligente pero cuando hacíamos taller, los ojos míos te sacaban de quicio. En ese tiempo yo miraba de manera entera, sin anteojos de por medio y una mesa de bar no te permitía escaparte más que un rato al baño, “me haces enojar chiquita, discutís de mala fe” Yo de chiquita no tenía nada.

No discutíamos de literatura ni lazos familiares, ni costumbres inglesas.  Nada de eso. Y de política no hablábamos jamás.

Discutíamos por como quedaba un renglón de los que yo estaba escribiendo.

No faltaste jamás a una clase de las nuestras.

Como con ciertas reglas de educación eras muy meticuloso, pensé que tu presencia perfecta se debía a que al principio compartíamos las clases con una amiga.

Pero ella dejo de venir y vos no.

Por momentos ese bar parecía tu oficina, salían dos de una mesa y entraba otra. Hacías una leve seña de esperar un poquito, mientras me tomaba un café imaginando cualquier historia de tus alumnos. Nunca acertaba ninguna. Los agrandaba, los personificaba en situaciones que nada tenían que ver con la vida que de ellos me contabas.

Una vez me hiciste presenciar parte de la corrección del libro de un psicólogo. No le debe de haber hecho nada de gracia. No sé qué explicación le habrás dado después.

Yo no emití palabra.

Y algo más se oscurecieron tus cuises o tus diamantes.  No se volvió a hablar del tema. Hiciste que sacara mis pobres papeles y la tarde siguió casi como siempre.

Hoy estás conmigo en estas líneas porque es tu cumpleaños. Tengo pocas fotos de gente que quiero mucho y que en cierta manera se fue. Tuyo sólo tengo, un discreto cuadro al alcance de mis ojos. Un buenísimo artículo de Paula Pérez Alonso que se llama “Pensar en contra". Se te recuerda con cariño y te veo ahí mucho mejor que en una foto padre.

 


Merci

 

miércoles, 5 de junio de 2024

 



ALGÚN ÚLTIMO POEMA


He buscado una luna

sobre la negra noche

que parezca pálido cristal

cómo tu última mirada.

miré otra vez tus letras

algo cansadas

no queriendo

deslizarse hacia la izquierda.

con palabras ásperas

que se rompen en mi mano

con solo tocarlas

y después las suelto,

Papel picado ya,

como mariposas muertas.

He buscado la noche

al filo de esa luz que tiembla

color ceniza, casi amarillo muerto.

El árbol más grande

tenía tantos brazos

y mi frente ahí

un pichón sin alas.



He buscado esta noche

como una gorra negra

para taparme los ojos

y decirte adiós

amigo mío,

y no encuentro palabras

¿qué clase de amigo has sido

que te has convertido en

nada?



Mercedes Sáenz

viernes, 17 de mayo de 2024



SIEMPRE LA DUDA


 He visto una caverna con campanas

y caminar animales sobre estepas de cielo, tengo todavía los ásperos sueños

de creer que entenderse se entendía.

No leo como vos la luna

y he visto cómo se posterga siempre más lejos el jardín en que creí que caía.

Antes de pronunciar mamá ya era la duda.

Y soy ahora, sin narcisos, sin diosas griegas la loca de varias casas.

No soy por elección la que me parieron

ni la que me hicieron,

ni la que me hice hacer.

No creo que nadie sepa si mi bipolaridad tiene más de dos vértices,

yo cuento siete,

siete sin ninguna valentía.

Sentada en el suelo, estoy parada sola sin saber qué hacer en un dudoso silencio conmigo.




Mercedes Sáenz


jueves, 2 de mayo de 2024

 


JUSTO

Sucede desde que mis ojos cansados empezaron a ver otra transparencia.
 La de otros ojos.  
Esta vez son los ojos de Justo. No es el color ni el tamaño, son sus monosílabos esdrújulos.
Para quién no sepa, Justo Pedro Sáenz es uno de mis hermanos.
Secreta, enorme, armoniosa y dispersa es su propia geografía.
Por sus ojos hay que bordear las costas de su valentía,  su pulsión incansable y el propio tsunami de potros y polvareda.
No voy a poder descifrar todo lo que hay entre su cielo y su lodo.
Puedo, después de tantos años, entender como sostiene la mirada, como la deja quieta en una tranquila lentitud cuando su corazón se extiende sin reservas.
Muchas veces tuve ese corazón en el mío sin  que atropellara jamás mi pequeñísima dignidad.
Tantas veces paredón de soporte. Tantas veces “hermanita por ese lado no es”.
Esta pandemia condiciona muchas cosas. Y los tiempos sólo vuelven como quiere la memoria. 
Alma de viento, galope de potro, quebracho sobre mar tranquilo,
Creo que tu materia gris no es de este planeta, va a ser difícil terminar con un simple muchas gracias. Quería dejártelo escrito.

P.D. Somos nueve hermanos. Y poco me entero que hace por los otros… y sé que lo hace

miércoles, 10 de abril de 2024

 

VERSO DE SÓLO UN DIA

 

 

¿ te hablaron

y dolió?

seguro,

con razón

o

sin ella.

tantas veces

también

habrás hecho heridas.

No puedo

sacarlas del alma

las siento

caminar

como un caracol

con su casa puesta

por los laberintos de mis oídos.

cuánto

he hecho no lo sé

qué me hicieron tampoco

pero vivo de las palabras

y

con ellas

me han hecho

pedazos.

Alguien que quiero

se ha muerto

o yo había muerto primero

y no lo sabía.

 

guardaré

silencio de luna

me haré de marfil,

de humo,


Mercedes Sáenz