viernes, 19 de mayo de 2023

 INSOMNIO

Una noche tiré piedras a un vacío
caminé con un palito dibujando la tierra
(palabra que la tierra reza )
hice en el aire paredes de algodón y tiza
(la luna mareaba el agua)
y vos seguías ahí
con silencio de baldosas
muriendo en la vereda.
¿No te cansa resbalar sobre mi cada noche?
perfilar el declive de mi cara sin luz hasta mi boca
espiar la abertura de los ojos
tocar mi pelo
soplando negro suave
como si quisieras seducirme.
Creo que ya te amigo,
en esas noches de segundos largos.
Si vas a seducirme,
acompañame,
adiviname
en silencio ciego
tu secreto de azúcar,
tu intimidad leve y
mañana…
déjame dormir.
Mercedes Sáenz
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martes, 2 de mayo de 2023

     Tal vez tendría que empezar ... para vos de yo

Diálogo que existió
CON GALERA
Paso por su puerta, (en realidad no tiene puerta). La única ventana llega en su parte de abajo a unos cuarenta centímetros de la vereda. Hay un número arriba que dice 1926.
Es una planta baja, pero él dice que es el piso ochenta y que desde ahí no se piensa bajar.
Esa ventana parecía sin él una de esas calles sin vida antes de llegar a dónde acaban, Abierta, entraba un pedazo de cielo y las cortinas se volvían de puntilla.
Paso todas las mañanas y sin golpear los vidrios sabe que estoy allí parada, indefensa y tonta.
No salía a hacer compras, ni el diario, Igual estaba enterado de todo.
Varias vueltas di, queriendo buscar otra entrada, No encontré otra. Según los vecinos era parte de una casa que se vendió, con una historia confusa y cuestionable.
Nadie parece verlo nunca ni a mí tampoco cuándo estoy ahí.
Una vez intenté llegar en puntas de pie, con saltos pequeños para sortear pedacitos de agujeros del suelo, pero la ventana se abrió como si la hubiera movido un soplido de seda.
Dice que su nombre es lo que menos importa.
Le dejo lo que escribí de noche y a la mañana siguiente hace una devolución de lo que le entregué.
Esta mañana, mientras me devolvía mis escritos con las correcciones, cambiamos palabras extrañas y se puso una galera.
Extendió la mano con los papeles y vociferó una fea palabra. No sabe darse cuenta de la cara que pongo.
Este fue el diálogo:
¿Se acuerda la última vez que la vi, en San Juan?
- Sí, usted quería darme unos pocos de luna, pero no del valle de arcilla, quería sacarle un pedazo de piedra a esa masa de luz generosamente prestada.
-No me hable en verso.
- Le quiero pedir un favor -suavizó en la voz como si cambiara de tema
Contesté con mi “claro” más amable.
- Quiero tomar el té, -me dijo- uno bueno.
- Traigo todo, no se mueva - enfaticé.
- Todo no- me aclaró- usamos de bandeja el borde de la ventana. Eso sí, por favor, los bollos los quiero con crema pastelera.
Obedecí feliz paseando mi rareza de caminar entre todos con cosas en las manos como si nadie me viera.
Los dos de pie, con la ventana de bandeja, más que mirar al té sobre la mesa de cemento sin patas, nos mirábamos a los ojos.
¿Por qué se puso galera? -pregunté
- Para poder hacer una reverencia, una sola, y que quepan allí todos los pensamientos que voy a soltarle, es la pala más grande de sombrero que se me ocurrió y creo que me queda bien para despedirme.
¿Y por qué?
-No me preguntaste por qué el día en que empezaste a verme.
No vio mi cara cuándo me la tapé con todo el pelo. Era la primera vez que me tuteaba. El pelo es buen telón para la tristeza.
¿Y a dónde te vas ahora? Pregunté sin saber si iba a responderme.
- A Córdoba, Hay una escritora ahí que necesita un poco de ayuda, pero ella sabe escribir, vos estás aprendiendo.
- ¿Y ella va a poder verte?
No creo, voy a hacerlo a través de uno de sus alumnos, que seguro, seguro, ya sabe que estoy llegando.
¿Y yo me voy nomás?
- ¿De dónde? Si nada te impide estar en todas partes.
- Gracias por el té, contesté con un nudo casi infantil.
¿Por el té? -Vociferó dejando bien clarito que no había sido lo importante
- Perdón. (Es una linda palabra que a veces es sólo un mandato o un resorte.)
Me di vuelta con lágrimas que seguro las sabía y me fui rápido a tratar de escribir esto, esto que para nadie iba a ser cierto.
A la mañana siguiente una bolsa de papel cartón llena de migas esperaba en el suelo. Y la ventana, verde y descascarada, con los postigos cerrados, acunaba un gato placenteramente al sol.
…Me olvidé de hacerle una pregunta; ¿eligió el 13 de junio para llegar y el 11 de septiembre para irse a otro lado?
Es una de las tantas aristas que desconozco.
Mercedes Sáenz
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jueves, 27 de abril de 2023

 HUÉSPED QUE NO AVISA

Amanecerás de nuevo,
sin ninguna palabra.
transparente
cómo una lámina de aire que puede doblarse.
cómo un absurdo inútil sin forma.
Impiadosa hacia mí
me miras
con un versículo en un ojo
que mi fe desconoce.
y te miro, tristeza,
cómo un mojado cartón,
una montaña invisible
que no modifica
ninguna escena.
Es un ruego tal vez
que des vuelta la silla,
ya soy testigo de mí
inventando nombre a las fisuras.
Él me ha perdido
pero en cada quebradura
él sigue ahí,
dónde los huesos queman
porque ha mordido el dolor
todo lo blando
sin detenerse, sin distinguir.
Si no te vas, no me mires al menos,
la silla esa es mía.
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viernes, 3 de marzo de 2023

 

PARANOIA

 

 

 

Caminó por el costado de la cama salteando la jarra de plástico verde, una cacerola azul en dónde en general hervía las salchichas, un balde colorado fuerte y gastado y pudo dar la vuelta hasta llegar a la cómoda chiquita, que también estaba a apartada de la pared. Las goteras se habían quedado quietas por un rato, sin antes molestarla dejando varios pedacitos de agua sucia que bajaba del techo en hilos de oscuritos desconocidos.

- ¿A dónde vas?

 

- Al Uruguay me voy, voy a salir por el Tigre eso lo sé hacer. Miran mucho en las lanchas, la gente es la que mira, no tanto la prefectura. Me tengo que disfrazar un poco.

 

¿A qué te vas al Uruguay? A escaparme de vos pareció que dijo.

Se sentó en la cama húmeda y empezó a diagramar su cara. Tal vez una vincha tirante y un sombrero medio feo le taparan el pelo recogido y entonces no estaba obligada a usar tintura.

El viento suele jugar a las escondidas, anda girando por ahí en el medio de las casuarinas, va y vuelve un poco desorientado porque hoy ha tenido que volar más bajo, hace giros coqueteando con ella cómo si no la conociera. Ese andar suave que usa ya le tiene tomado el tiempo. Es enemigo cuándo es más arriba, cuando la aparta del sendero de lo que anda buscando. Suele ponerles nombre a sus sonidos y verlo bailar.

 

Un disfraz de algo tonto tengo que hacerme, siento miedo pero tampoco es una historia tan extraña, a todos le suceden cosas rarísimas y parece que pasan a ser cosas normales, bueno no normales, estoy hablando así porque alguien me mira.

Tal vez me ponga a escribir algo y después lo tiro, mejor para mi cabeza pensar en que fueron tirados en el medio del Río de la Plata, en dónde esté más turbulento. En ese revoltijo de tierra y agua, nada de río piel de león cuándo me asusta, sólo revoltijo, tan alto a veces que dan ganas  de ser parte de él para no tener que competirle ni contestarle. Para no temerle.

 

El aire está tan lindo, odia tener atado el pelo, le gusta cuándo hace una máscara sobre la cara, haciendo caminos que marcan, se levantan y vuelan y vuelven a instalarse no sé si igual cuándo su pelo parece un sereno maestro infantil poniendo sin abrir la boca los alumnos pequeños en orden.

´

¿Por qué hago esas frases tan largas? ¿Por eso tengo que llamarla a la otra para corregir? ¿Por eso escribo de más y después no encuentro el eje de las ideas? Nunca hay un eje, es la desesperación de necesitar escribir todo el día, esa locura de sacar fotos de todo lo que veo cómo si quisiera explicarme a la gente.

Curiosa necesidad de querer trascender en el anonimato en una tontera liviana que no da ni para escupir el suelo.

Tal vez debería escribir prolijo y semejarme a las pocas mujeres silvestres –perdón, que quisieron hacerse silvestres al salir de la ciudad (la mayoría con  más plata para empezar a vivir cómo si no necesitaran del dinero). Decoran sus casas con géneros todos blancos sutiles y esponjosos, grandes verdes verdaderos o falsos y en algún rincón una huerta modernísima.

Cuándo sus hijos tienen un resfrío en la lancha propia se vuelven a tierra y allí se quedan en un buen lugar hasta que el pánico se va, aparece eso que creen que es paz interior y con todos los remedios comprados vuelven a la tranquilidad de escondite- (no tan escondite porque con la frase “vengan cuando quieran, nos encanta que venga gente” están siempre pertrechados de grandes posibilidades de agasajos domésticos, anti hombre, anti frío y sobre todo buenas cantidades de alcohol de gustosísima calidad).

 

Pero otra vez se fue de tema. Hay una señora mirándola. Va a cerrar los ojos fingiendo dormir. Nunca sabrá cuánto la mira. A veces así se queda dormida. Ya no contesta.

 

Me desperté cuándo el sol inclinaba sobre mis ojos. Palpé a mano abierta, cómo si fuera un poco más ancha que mi cuerpo, tenía mi mochila, otra bolsa media deforme que llevo y un único abrigo.

Falta poco para bajarme, después de la segunda curva y lo bueno de estas lanchas es que paran en el muelle que uno les pida, eso sí, después si alguien pregunta se acuerdan perfectamente dónde te dejaron, de manera tal que me bajaré en uno que sé que es bastante sólido, no hay nadie todavía y recorreré por adentro la isla que conozco (hay un arroyo feo que suele estar bajo, pero nada lo quiero porque mis pies siempre se tropiezan con cosas dentro del agua que parece mansa) …

Antes de que oscurezca tengo que llegar a ese muelle, después la noche se hace boca de monstruo y mis pies parecen separados de mi, no responden, quieren caminar más ligero tanto cómo les pide mi cabeza pero abajo del agua siempre hay cosas extrañas. Y sino las imagino.

 

Se bajó en el muelle nomás. No sabe que la sigo.


Mercedes Sáenz