lunes, 12 de abril de 2010

MIEDO






MIEDO




Frente al puente colgante, un niño arrodillado pidiendo con su rezo.
Las sogas empezaron a correrle por los ojos, tocan el hombro, mueven su cabeza. Las piernas, pie de álamos desnudos contra la tierra por dónde una vez, tan altivos, anduvieron los caballos pisando en dónde ahora, no se levanta alguien hincado.
El puente arriba del río hondo, turbulento silencioso abajo.
Cerrar los ojos por no fiar. Tocar con el dedo la boca que se abría de frío para repetir la memoria que tenía en otro lado de una cruz.
Las canastas que lleva tejidas con carrizos, como gaviones contra el agua, no atajan avergonzarse de ser miedo niño. Los pantalones pasan el muslo y esa forma de camisa que tapa su pecho flaco lleno de moretones. Un silbido se arremolina perverso para rodar un poco por encima de su sombrero y no hacer ruido al pisar las hojas. Ese viento destemplado le acaricia la cabeza.
Aflojó la bolsa de grasa que tenía en la cintura y sus dedos la esparcieron con suavidad en la base de las canastas que tocaban el suelo. Las ató muy fuerte con una misma soga, dejándolas en fila india, no por miedo al viento.
Después de que el niño se aferrara con las dos manos y recorriera sentado todo el puente hasta llegar al otro lado, quedó diosita sola sin la menor importancia.
Tuvo un poco menos del miedo del que la humanidad dispone desde toda la eternidad.


Mercedes Sáenz

2 comentarios:

josé lopez romero dijo...

Hermoso texto que sugiere varias lecturas,Merci. Tu imaginación me excede cada vez que llego a este rincón que ofrece a veces una sensibilidad extraña pero acogedora. Cuanta buena falta me hace regresar más seguido, mi amiga del Delta.

Anónimo dijo...

Pucha otra vez, que todo lo que leo acá me atraviesa. Muy bueno. Carlos