miércoles, 22 de septiembre de 2010

CONTRASEÑA




CONTRASEÑA




Estamos perdidos, sí ¿no?
Ay Dios, que esto de andar leyendo por todos lados en vez de liberar aprieta. Me cansé de poner contraseñas porque además me aburren, no me las acuerdo, nunca es un nombre o una fecha relacionadas conmigo, son vacas que saltan, guitarras de perfil, tres cuartos de cogote, entonces después escribo una percha en el escote y así no es, tampoco bajo la nuez, palabras en quechua que después no me acuerdo como las escribí, letras griegas que siempre me creo que las sé de memoria porque jugaba con ellas y en la ita, en la thita o en la iota, yo idiota creo, me las confundo siempre!!!!
Las cambio y no sé para qué porque reciba el mail que reciba, ¡¡¡las propagandas del costado me hacen creer que todos los ojos del mundo están sobre nuestras letras!!
No es que las propagandas de los costados aparezcan en el asunto, también son palabras del texto. No sé si imaginarme que una cibernética infernal e infinita puede leer cada vez que repito una palabra y después amablemente devolverme de parte de los que nos hacen creer que si consumimos todo está bien, pero son de cariñosos y persuasivos, si escribo sal de salir o de salero toma las dos formas. Son muy comprensivos….
Si escribo algo poco usual haciendo metáforas disparatosas como escaleras mecánicas, algo aparece ¿me quieren vender una?
Esto de los sitios virtuales son como playas de estacionamiento subterráneas y nocturnas, en espiral y en caracol y siempre hacia abajo. La curiosidad me hace abrir cosas y entonces parece que un gnomo me señalara con el dedo: ¡oye tú! (siempre hablan de tú, hay que respetar) ¿te has fijado el spam? ¿esta casilla puede estar abierta en otro lado?¿has cambiado la contraseña?
Y ahí voy de nuevo inventando frases que después debo hacer un esfuerzo para recordarlas. Ni que decir de los sitios en dónde una vez registrada para participar en algo, pido que me recuerden la contraseña y después resulta que la estoy usando para otra cosa. Amablemente me la mandan y curiosamente con palabras de propaganda que tiene que ver con mi extraña contraseña. No son originales, no son indescifrables, son largas porque me divierto al escribirlas. Una vez escribí “unpiolinqueatounarbol” me gustaba su sentido y su musicalidad pero ver todo eso sin acentos, ay, que duele al ojo. Sucede que me hace gracia que una frase absurda llena de colores y muchas veces a contramano del castellano me permita abrir mis propias puertas y cambiar la cerradura cuantas veces quiera, eso sí, parece que supervisada por los ojos de la cibernética.
Ni que probar palabras en lunfardo o al vesre, sale de allí un rosario tan agradable que puedo reírme de mi un buen rato.
¿Tiempo para esto? No, no lo tengo, pero lo invento, hacerse camaleón, no estar en ningún lado, no ser, perder la verdadera identidad y la individualidad parecen ser el idioma de los que inventaron estas cosas y uno las elige, las usa, nos usan, las aprende moderadamente porque la cabeza da para poco más de lo necesario. Detrás de ellas o ellos están los que saben leer las instrucciones para volar un avión a la velocidad de la luz.
Es rara la sensación de parecer tan conectados, algunos, no es mi caso, con millones de amigos compartiendo pedazos del mundo, momentos, espacios. Momentos irrepetibles en la sensación digo, porque en el archivo pueden quedar hasta que en el espacio, sin oxígeno, pierdan la voz.
Indiscutiblemente, por más cámara, video, fotos, libros y todo cuanto se quiera utilizar podremos estar frente a otro, ver su color, oír su respiración y sus palabras y sentirnos felices sin ser pretenciosos. Pero eso, así.
Se las ingeniarán para que un día lleguen los olores, eso sí con autorización del usuario.
En tanto, nos dejan cambiar, mutar, elegir, compartir la llave que nos prestan, la contraseña.
Se olvidan de la gente que pierde las llaves todo el tiempo…

Mercedes Sáenz

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