lunes, 6 de junio de 2011

DECIR DECIR

Era la boca de los olvidos, la de alguna vez besos. Era el vacío hueco que dejaba de ser sordo. Era quién hablaba con las manos y junto con los gestos deshacía palabras. Era la postergada insistencia del atropello. Era.
La última prohibición golpeaba y las últimas leguas se hacían vuelo. Era quién debía decir.
Caminó hacia la esquina de las dudas, el único lugar en que empezaba el silencio. Decir, decir, le golpeaba el pecho.
Preguntó en que banco del colegio se sentaba. Era lo mismo después de llegar afuera del patio liso cruzado por baldosas. Tan inmenso el espacio que protege, tan diminuto dónde sostener los pies.
Con la tarde viniéndose encima jugó con el llavero del apuro en las manos sin abrir. Decir, decir.
El salió con la camisa fuera del cinturón sosteniendo el pelo de la frente como si estuviera largo, los cordones sueltos y algo que jugaba con su boca.
Ese sol hacía más larga la figura de crecer y la adolescencia no terminaba en sus piernas largas continuando hasta el balanceo de la cintura. Los ojos de más alto se concentran, apresuran un salir de clases que esa edad no espera si es la madre que perturba.
Le vio los ojos con la pintura algo corrida por el llanto.
-Mamá. – Y le extendió los ojos.
-Quería decirte…
-No hablamos de la separación hoy con el psicólogo y papá. Hablamos de mí. Ya sé que te adopté a los tres días.
Decir, decir. Las llaves se cayeron en el suelo. Y un solo abrazo que a esa edad perturba.
Mercedes Sáenz

4 comentarios:

josé lopez romero dijo...

estupendo el texto de Merci, siempre tiene algo al borde del corazón para encendernos el alma, saludos mi apreciada amiga

amelia arellano dijo...

Merci querida , como siempre tus textos me movilizan y me que quedo sin decir...decir...solo que te quiero y te admiro . Amelia

La Turca y sus viajes dijo...

Hola!!!!

Vengo a dejarte un abrazo de oso y desearte larga vida....

Anónimo dijo...

merci, ese dolor latente siempre en tus escritos, decir lo que no, decir con el corazón, decir con las palabras que encierran, a pesar de todo, un mundo de ternura, un llamado. Texto exquisito, maravilloso. Fernando de Zárate, que acaba de leer la prosa, sin voz ni palabras, te envía un abrazo grande, dicho con gestos. alberto está en la segunda lectura, también sin hablar.. susana zazzetti.