Imagen de Marcela Baubeau de Secondigné
Y SI NO VUELVO A VERLO?
Esto fue así, así cómo lo digo.
Era la primera vez que lo veía por aquí. Venía caminando en un día de bastante frío, con un buzo oscuro y nada más que se viera. Un poco los ojos dieron vueltas para arriba, no sé si miraba el cielo o la parte de arriba de la pizzería en dónde yo estaba trabajando.
El sol a mí me daba tibio lindo sobre el vidrio.
Se paró entre un poste de luz de la esquina y un árbol pegadito que en esta época se pone totalmente colorado. Exactamente al lado de un basurero de hierro con tapa del tamaño de un baúl grande. Más grande que él.
Lo miré un momento y le sonreí. No contestó a mi saludo. Miles de razones deben de haber habido de las cuales algunas se me cruzaron pero seguí escribiendo sobre una máquina que es lo que en ese momento estaba haciendo.
Cada tanto cruzábamos miradas muy cortas, no sé cómo era la mía, pero las de sus ocho años, le calculo, eran cómo si no me viera.
No oí el ruido pero mis manos se levantaron de las teclas en el momento en que la tapa del basurero se cerraba sin nadie del lado de afuera. Nadie en la esquina.
Me levanté con la velocidad que pude pues no alcanza la claridad para pensar todo junto, son sólo unos metros nomás, sólo unos metros, sólo unos metros…
Abrí la tapa intentando ignorar su peso y desde adentro, cómo un gatito asustado, saltó con un embrollo sostenido en las manos y un pedazo de bolsa negra de residuos rota, que se voló de uno de sus hombros.
No quise gritar para que no pensara que era un reto. Dije un tonto “vení por favor” pero corrió cruzando en diagonal el asfalto por dónde circulan toda clase de motores en ambos sentidos.
Lo vi doblar en la esquina creo que, para que no se le cayeran las cosas que tenía dentro de su buzo enroscado cómo una bolsa. Se le veía la piel de la panza.
La tierra quieta por arriba del mundo, dónde todo no parece pasar.
Si no vuelvo a verlo, mi llanto no sería ni un pobre signo menos…
Mercedes Sáenz
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