martes, 29 de enero de 2008

EL PUENTE

Un niño arrodillado pidiendo por su rezo. Las arrugas empezaron a correrle por los ojos, tocan el hombro, mueven la cabeza. Las piernas pie de álamos desnudos contra la tierra por dónde una vez tan altivos anduvieron los caballos pisando en dónde ahora no se levanta alguien hincado.
El puente arriba del río hondo, turbulento silencioso abajo.
Cerrar los ojos por no fiar. Tocar con el dedo la boca que se abría de frío para repetir la memoria que tenía en otro lado de una cruz.
Las canastas tejidas con carrizos como gaviones contra el agua no atajan avergonzarse de ser el miedo. Los pantalones pasan el muslo y esa forma de camisa que tapa su pecho flaco lleno de moretones. Un silbido se arremolina perverso para rodar un poco por encima de su sombrero y no hacer ruido al pisar las hojas. Ese viento destemplado le acaricia la cabeza. Abre despacio los ojos y una bravata de colores vuelve a entrar en ellos.
Afloja la bolsa de grasa de la cintura y los dedos la esparcen con suavidad en la base de las canastas del lado que toca el suelo. En fila india las ata con una misma soga-dueñita sola por un momento cuándo medio metro final quedó colgando- hasta que el niño se aferró a ella con las dos manos y se volvió más dueña todavía.
El puente está siempre abierto, es sólo un tajo en el aire de en medio de esa selva.
Se sienta encabezando eslabones de canastas. La punta de la soga por arriba de su hombro y tira fuerte avanzando por el puente sin levantar la cola hasta llegar al otro lado.
Dejó del otro lado un poco menos de miedo del que la humanidad dispone desde toda la eternidad.
Mercedes Sáenz

2 comentarios:

Unknown dijo...

Leí varios de los cuentos y me gustaron.

Espero los próximos ansiosamente.

Joaquin.

Azpeitia poeta y escritor dijo...

Entro de puntillas en tu blog sin hacer ruido, me parece muy íntimo.
Te veo atravesar el puente de la hermosa decisión de escribir sin mirar atrás....un beso de azpeitia