martes, 19 de mayo de 2009

LA CORTINA

En este texto especialmente no quise poner una foto.


LA CORTINA


Sucede así desde que los ojos ven la transparencia. Sucede que se superponen a mayor velocidad los colores y la luz, que lo que puede agradecer el corazón de tanto placer imprevisto. Sucede que mis monosílabos han dejado de ser esdrújulos. Ya no tienen pocas letras mis contestaciones, pues no tienen nada. El silencio es todo lo que puedo decir desde que el río tan cerca de mí le habla a mi ojo. A uno sólo, pues el otro está poniéndose a prueba para ver si hipotéticamente, quizás, tal vez, para mejorarlo me quedara por un tiempo con sólo uno. Creo que no hay ninguna posibilidad de que le pase nada por una operación sencilla cómo la miga inútil de pan que se desprende de un bocado, pero el miedo en puntos tan pequeños cómo el rocío, curiosamente pedacitos de agua, se hace tan grande cómo la ola que más miedo te ha dado. No digo tsunami porque más para el que recibe los agradecimientos, no me ha tocado vivirlo.
Tengo delante de mis ventanas un río. Brazo pequeño de todo lo que haciendo caminos se hace grande.
Lo veo tantas veces obedeciendo mandatos mayores, de rodillas exponiendo basura del fondo cómo las almas cuándo piden un perdón que no se les será dado, pues no suelen mostrarse transparentes. Sigiloso subiendo de noche liso y manso cuándo nadie lo pisa. Porque dicen que uno caminó sobre sus aguas y desde entonces nadie jamás sabido lo ha hecho. Sabidos para quién sería mi pregunta, yo creo en ese Jesús que caminó sobre las aguas, pero en las noches de bruma indivisa parece que varios invisibles caminaran por encima, en puntas de pie, bailando su secreto en el rumor de un viento bajo.
Bordeando las costas de cemento que le han marcado tan prolijamente en parques de pasto vivo vivo, en la suavidad de los sauces tranquilos. Cómo a un antiguo Dios, en algo me hacen acordar a la pulcritud de los sagrados en China, varios hombres protegen su imagen lustrando con soles y flores una costa que parece inalterable.
Pero hay un momento en las noches, sin tener su permiso, en que me siento a verlo desde mi oscuridad.
Apago las luces.
Abro los silencios.
Intento corporalmente convertirme en estatua. Un poco de miedo, si me ve moverme tal vez me convierta en sal y ya sabemos que hace el agua con la sal y yo no quiero ser un ciclo renovable. Creo que lo que se disfruta en un momento nunca es igual a otro aunque se repita hasta la última partícula.
Pero es en ese momento en dónde desdoblo los secretos, los suyos y los míos, cuándo él parece haber perdido por hacerme creer que no es humano.
Y lo miro por horas, bordeado de faroles titilando amarillo, y es un siervo silvestre saltando en las lomas, un pájaro sin volar porque camina tranquilo, un hombre dormitando junto a un rebaño, un cuadro pintado por niños en dónde los límites son imprecisos y por eso más hermosos.
Y recuerdo entonces que otros brazos de su misma sangre han devorado amigos, los ha dejado en alguna parte sin que nadie pudiera encontrarlos. Y los techos y las casas y los hijos y los puentes (¡puentes!) que es lo que te hace amigo. Y los trabajos y la dignidad y el silencio más sucio que el barro de la bajante arrasadora porque cómo hay siempre un culpable se necesita también saberlo inocente.
En el secreto de la noche, todos somos río.

Mercedes Sáenz

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Mercy querida: evidentemente ha cambiado tu visión, detrás de las ventanas. Seguro el río va a traer, en sus aguas, musas renovadoras, silencios que se te harán audibles y ruidos que, a través del tiempo, dejarás de oir.
Me gustó mucho este relato de tu nueva realidad. Te abraza muy fuerte, tu amiga, Laura.

Anónimo dijo...

Quedé fascinado por el “Credo”. Te felicito y te lo aplaudo. Un gusto leerte.

Anónimo dijo...

Esas sorpresas que desplegas querida Merci, giros, miradas y una manera de sostener los textos que me es necesaria para el taller. Un poco desaparecida, me parece leerte. Espero tu asiduidad y hablo en nombre de otros. Con el afecto de todos. Martin Panese

mj dijo...

No has querido poner imagen a este texto y quizás sea porque es muy tuyo, y no hay foto que explique o que pueda trasmitir tanto como lo haces desde estas palabras que te nacen vivas desde las entrañas. Son así, viscerales, vomo tú, como toda tu vida Merci. Y es un placer para quien te lee, como dice el compañero Salvador, es un credo...

PD: Gracias por tus palabras dejadas en un comentario de Preludio, estoy feliz de ser tu amiga.
Un abrazo enorme desde el alma
mj

Unknown dijo...

Quizás Jesús o Buda son tan humanos como el resto, en el mismo río andamos, quizás. La búsqueda..., abrazos, Julia

Unknown dijo...

Quizás Jesús o Buda son tan humanos como el resto, en el mismo río andamos, quizás. La búsqueda..., abrazos, Julia

Anónimo dijo...

Dios mío, Jesús que sí caminaste y caminas por el agua por nosotros,gracias primero a vos por permitirme este momento frente a semejante belleza expresiva, y a vos, merci, creo que la contemplación nocturna del río, como una estatua, libera todo este interior tuyo, mixtura de inocencia, temor y agradecimiento que habla de lomaravillosa persona que sos. todas mis felicitaciones. susana zazzetti

Juan Carrizo dijo...

Siempre hay una imagen en cada poesía,yo imaginé tu rostro en una observación superlativa,digamos con el ojo del discernimiento,desde alli tu ventana la abertura del alma del rio y tuya,tu almenos tienes un amigo rio, otros conviven con el yermo desolado