sábado, 12 de junio de 2021

CON GALERA

 


Tal vez tendría que empezar ... para vos de yo



CON GALERA


Pasé por su puerta, (es realidad no tiene puerta). La única ventana llega en su parte de abajo a unos cuarenta centímetros de la vereda. Hay un número arriba que dice 1926

Siempre creí que eso era una planta baja, pero él dice que es el piso ochenta y que desde ahí no se piensa bajar.


Esa ventana parecía sin él tan sola cómo una de esas calles que se ven sin vida antes de llegar a dónde acaban. Cuando él la abría, las cortinas sonreían limpias como las de las abuelas de puntillas y no hacían ruidos las maderas ni las bisagras cuando su pedazo de espacio dejaba que el mundo le entrara a visitarlo como si fuera de fiesta...

Nunca salía a hacer compras, no compraba el diario, pero siempre estaba enterado de todo. Varias vueltas manzanas di queriendo buscar otra entrada, pero todos los que vivían  por allí me habían visto nacer, y juraban que esa ventana era un pequeño depósito que quedó cerrado para siempre, Según los vecinos era parte de una casa que se vendió, con una historia confusa y cuestionable que nadie intentó averiguar ni siquiera para tirarla abajo.



Yo paso todas las mañanas 

No golpeo los vidrios, es cómo si supiera mi llegada.

Nadie parece verlo nunca ni a mí tampoco cuándo estoy ahí.


La única vez que intenté llegar (muy despacio,) haciendo el mínimo ruido, en puntas de pie, con esos saltitos de sortear pedacitos de agujeros del suelo, la ventana se abrió como si la hubiera movido un soplido de seda.


Le dejo lo que escribí la noche anterior y a la mañana siguiente me hace una devolución de lo que entregué. Varias veces le pregunté su nombre pero misterioso o terco juega conmigo a que su nombre es lo menos importante. Nunca supe porque me parecía inteligente.


Esta mañana, mientras me devolvía mis escritos con las correcciones atinadas,  cambiábamos palabras extrañas en su rutina. 

Se puso una galera. Extendió la mano con los papeles y vociferó una fea palabra. No sabe delante de mí aquietarse por la cara que le pongo. 

es uno de las tantas aristas que desconozco. 



¿Se acuerda la última vez que la vi? ¿En San Juan?- me dijo

- Sí, usted quería darme unos pocos de luna, pero no del valle de arcilla, quería sacarle un pedazo de piedra a esa masa de luz generosamente prestada.

- Le quiero pedir un favor-suavizó en la voz como si cambiara de tema

Contesté mi claro más amable.

- Quiero tomar el té, uno bueno.

- Traigo todo, no se mueva.

- Todo no- me aclaró- usamos de bandeja el borde de la ventana. Eso sí, por favor, los bollos los quiero con crema pastelera.

Obedecí feliz paseando mi rareza de caminar entre todos con cosas en las manos como si nadie me viera.


Los dos de pie, con la ventana asomándose en los cuerpos cómo por la borda de un barco, nos mirábamos más a los ojos, más que al té sobre la mesa de cemento sin patas.

-¿Por qué se puso galera?

- Para poder hacer una reverencia, una sola, y que quepan allí todos los pensamientos que voy a soltarle, es la pala más grande de sombrero que se me ocurrió. Además me queda bien para despedirme.

¿Y por qué?

-No preguntaste por qué el día en que empezaste a verme.

No vio mi cara cuándo me la tapé con todo el pelo. Era la primera vez que me tuteaba. El pelo es buen telón para la tristeza.

¿Y a dónde te vas ahora? Pregunté sin saber si iba a responderme

- A Córdoba, hay una escritora ahí que necesita un poco de ayuda, está dejando el tiempo que no tiene para ayudar a escritores que no pueden hacer llegar sus letras hacia otros lados. Pero ella sabe escribir, vos estás aprendiendo.

- ¿Y ella va a poder verte?

No creo, voy a tener que llegar a través de uno de sus alumnos, que seguro, seguro, ya sabe que estoy llegando.

¿Y yo me voy nomás?

- ¿De dónde? Si nada te impidió jamás estar en todas partes.

- Gracias por el té contesté con un nudo casi infantil

¿Por el té? -Vociferó dejando bien clarito que no había sido lo importante

Perdón. Es una linda palabra que a veces es sólo un mandato o un resorte.


Me di vuelta con lágrimas que seguro las sabía y me fui rápido a tratar de escribir esto, esto que para nadie era cierto.

A la mañana siguiente una bolsa de papel cartón llena de migas esperaba ocupando muy poco espacio que alguien la pasara a buscar.

Me olvidé de hacerte una pregunta…vos elegiste el 13 de junio  para llegar y el 11 de septiembre para irte a otro lado?

Y la ventana, verde y descascarada, con los postigos cerrados acunaba un gato placenteramente al sol.  



Mercedes Sáenz


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