viernes, 6 de febrero de 2009

A MARES


A MARES




A Nora Heine, aunque el mundo éste no se nos haya acabado al mismo timpo.

miles de mares
azules o verdes
un poco en tus ojos.
El resto luz viva
en cualquier cosa
que tocaras o hicieras.
El mínimo gesto
la voz en guitarra,
la mano de ayuda
el tono cuidado
la entrega.
El primer abrazo consuelo
a un hijo que le llegabas a la cintura.
La sonrisa abierta, abierta
porque siempre había algo
bueno, bueno
en la vida.
Quién no te haya sabido
igual sabe
porque exsitis en cualquiera
que tenga tus ojos.
A mares.
lo enseñaste
también
después de la vida.

Mercedes Sáenz

viernes, 30 de enero de 2009

OJO CON LO QUE SE ESCRIBE


OJO CON LO QUE SE ESCRIBE






Lápiz redondo y grueso de cuatro caras, era la primera vez que salía del adorno de un escritorio caro. Desde el vidrio en que estaba apoyado ahora, las ventanas parecían más lejos, cuando ese lápiz era tronco todavía allá en el sur, entre aromas y sombras indecisas. Lluvias de los bosques, beber era la vida y el brillo tardío la siesta. Antes, pocas horas atrás, estaba durmiendo contra los filos de una lata brillante que apenas lo dejaba asomar su cabeza. Había llegado allí, como un distraído regalo de cortesía. Pocos sabían que algo podía escribir, cada tanto un índice suave de mujer, tocaba su cabeza negra cómo la nieve que no se derrite.


Ella llegó a su departamento y dejó ese lápiz y un papel sobre una mesa.
Sonó el teléfono, sonido nuevo, no de oficina.
Ella que se preparaba para un baño, contestó y dijo que todo estaba hecho. Dejó la puerta abierta y la luz sostenía con pereza un cuadro de colores tierra.
La computadora, invasora de un armonioso espacio blanco y arena, le avisaba a esa mujer que tenía un mensaje nuevo de la madre que la esperaba a almorzar, con el mismo tono de todos los últimos los años, cada vez que salía de viaje.



Alguien entró y sobre esa mujer mojada hizo el amor.
Al lado de la cama un papel con números grades y mayúsculas chicas, insistía mudo que era el número correcto de una cuenta en Suiza.
Alguien levantó el lápiz con un pañuelo blanco y con fuerza de taladro lo clavó en cada uno de los ojos de la mujer, humedad distinta ahora por el placer de hace apenas. Los brazos con sangre golpearon primero el aire, a la nada de un llanto desesperado, después puso sin fuerza las manos sobre sus ojos como una chiquita avergonzada, tal vez de que vieran así su propia muerte.


Unos ojos negros, como una pistola en reposo, apuntaron hacia unos almohadones tan blancos y perfectos que nadie hubiera dicho que ayer habían hecho el amor sobre ellos.
Alguien de ojos negros metió ese papel en el bolsillo y al lápiz lo envolvió en una bolsa de residuos. Lo tiró en el Riachuelo. Quedó solo flotando sabiendo que nunca se hundiría.


Mercedes Sáenz

domingo, 25 de enero de 2009

CARTA ABIERTA AL SILENCIO



´

Que silencia el silencio de aquel otro silencio desde
desde el día que al día convertiste en noche (DS)


Existe un idioma universal en el mundo, abarcando generaciones y siglos, cruzando paralelos y meridianos, incluyendo sin distinción a los hombres y a todos los que de una u otra manera estamos en el mundo. Todos sin excepción en invisibles infnitos de la propia existencia individual estamos en silencio.
He leído algunos libros que se ocupan de detallar el silencio voluntario, el premeditado, el silencio obligado a golpes, el que hace guardia junto a una cama cuándo los virus en otro cuerpo también están en silencio.
El de los cobardes, el de las tumbas que contestan en nuestras cabezas los que queremos oír cómo si pudieran hablarnos.
El maravilloso silencio del sueño. El silencio que escuchamos cuándo leemos un libro.
Son tantos los colores del silencio.
El del escondite, el del exilio. El del desamparo. El de la respuesta qué no sabe que decir. El de la gratitud si es montaña.
El de la sentencia cuándo la injusticia no acepta réplica.
Para algunos el silencio largo cuándo Dios no contesta.
Pero el más difícil de describir es el silencio sin explicación de un amigo. El tiempo pasa y cuánto más larga se hace la espera más se olvida el silencio cómplice, el de miradas de un mundo, el cuerpo a tierra mirando los cielos. El silencio se convierte en asesino de los recuerdos.
Uno empieza a ser silencio, ese, que es capaz de decirlo todo, aunque el otro no esté para percibirlo y entonces uno, enmudece.
Y el silencio todo lo habita cómo una luz de un propio universo.
Esta carta termina en silencio amigo mío de alguna vez. Tu silencio empieza a llegar y te hace persona difusa, confundible y callada.
Levanto mi copa sin el menor ruido, en dónde estés, sonríe, gesto que aún puedo imaginar sin que nos sorprenda ningún sonido.

Mercedes Sáenz

sábado, 24 de enero de 2009

NADA

NADA



Calzón quitado. Pelos en la lengua no. Viraje de laucha corto. Todo se entiende tanto. Menos el nada sobre algo. En refranes o en dichos populares con peluca cualquiera es rubio y lo digo por experiencia no porque me pasó. Periodismo agudo y concienzudo, locutores de larga estirpe, adolescente de pelo verde, ama de casa prolija, piquetero tapado por humo de goma. Todos decimos nada.
El diario escapaba, pero también apareció. No podía quedarse sin algo de lo que empezamos a entender todos cuando decimos nada. Preámbulo de premios, sentencias de asesinos seriales, resultado furtivo de Boca el domingo. Valor y precio. Secuestrado por barbarie de asfalto, muerto por confusión. Parece que no pasara nada.
Lo mismo pasó con la palabra onda, cabía en cualquier lado, significaba todo, describía y contenía todas las emociones y sensaciones del humano. Salía de la física y de la química, revoloteaba matemática hasta que la filosofía la trasladó al saber popular y todavía no conozco otra palabra que con la misma exactitud pueda reemplazarla.
No sé dónde buscar la palabra nada. Tengo miedo que reemplace un todo tan grande que sucede y no hagamos nada.
Mercedes Sáenz

sábado, 17 de enero de 2009

TRATO SOSTENIDO




TRATO SOSTENIDO



Estuvieron hasta la noche afirmando todos ser tierra… y navegaron hacia el Sudeste hasta conocer que lo que decían tierra no lo era SINO CIELO.
Del diario de Cristóbal Colón


Es una de esas tardes en que ella no viene a escribir conmigo. Estoy mucho más suelta.
Me encanta escribir sola. (Ella tiene esa cara de lavandina o de objeto limpio sin imperfecciones que tanto me molesta.)


- ¿Corregiste lo de ayer?
- No
- ¿Y para qué me llamaste?
- Yo no te llamo, vos venís sin avisar, tu único aviso es el timbre que oigo en mi cabeza y te abro la puerta y entras como si hubieras dormido aquí.
- Dame lo de ayer, la parte en la que estabas en Retiro sentada en la escalera.
- Esa no la quiero corregir hoy, estoy escribiendo otra cosa.
- ¿Qué estás escribiendo?
- Sobre la muerte de un amigo, amiga, qué se yo, sobre alguien que se quiso mucho o te quiso mucho. Que fácil te es confundirme.
Ya no me contestó y se puso a trabajar.
Todo de nuevo.
Afuera el sol hacía luz en una mañana perezosa, sin apuro. Delineando las formas con absoluta claridad ostentando que con eso bastaba. Dirigió los ojos hacia el suelo y vio nítida la sombra de una de las puntas del techo. Y la vio pasar en pleno día -peligroso verlas de día- con la elegancia de un gato. Pasos cortitos, la cabeza contra las tejas en el perfil que a pesar de ser sabido no se distinguía. No le vio la largura de su cola, el vuelo de una paloma alborotada se llevó sus ojos hacia lo más alto de un árbol.
Voy a repasar - dijo- eso de un gato sobre un tejado de zinc caliente. No es lo mismo una rata sobre las tejas, vista desde su sombra..


Hay una orilla del mar dónde ella tira las palabras y yo espero. Sé que vuelven otra vez las que más amé.
Yo no quiero este trato. Ella corrige y yo escribo. Por eso no la quiero ni lo quiero.

Mercedes Sáenz

viernes, 2 de enero de 2009

ALGÚN ÚLTIMO POEMA


ALGUN ÚLTIMO POEMA






He buscado una luna
sobre la negra noche
que parezca pálido cristal
cómo tu última mirada.
miré otra vez tus pies
algo cansados
no queriendo
deslizarse hacia la izquierda.
sin palabras ásperas
que se rompen en mi mano de tanto apretarlas
y después las suelto,
Papel picado ya,
como mariposas muertas.
He buscado la noche
al filo de esa luz que tiembla
color ceniza, casi amarillo muerto.
El árbol más grande
tiene tantos brazos
que mi frente ahí no parece nada.
He buscado esta noche
como una gorra negra
para taparme los ojos
y decirte adiós
amigo mío,
y que el amor que hubo
alguna vez se vaya.

Mercedes Sáenz

lunes, 29 de diciembre de 2008

GRACIAS GRIBALFARO

N.º 58
NOVIEMBRE-DICIEMBRE 2008
2






DECIR CÓMO, DECIR QUÉ
Por Mercedes Sáenz


Atendía su consultorio con esmero y un cierto grado de alegría. Era psicóloga y se llamaba Andrea..
Por las noches, se sentaba sola en una silla frente a un público numeroso y esperaba que creciera el silencio absoluto y entonces, desde esa silla, iluminada por una lámpara derecho a su cabeza, separaba su pelo en hermosas colinas y descendía sobre su cara como un torrente de agua incierta, y se convertía en la imagen de lo que estaba dispuesta a contar.




Si se ponía de pie, podía ser una estatua perfecta. Si osaba mover los brazos, era como un flamenco sobre el agua plateada.


Música, sonido del viento, olores, tristeza y alegría, cabían debajo de sus párpados, al cerrarse o al abrirse o al dejarlos quietos como dos mariposas de arena.
En sus narraciones podía llevarte a un pequeño pueblo de Turquía, descalza, por el sur argentino o marearte en un barco holandés.
Desde la misma silla podía ser una inmigrante con un vestido gris esperando en Retiro que la pasen a buscar, las piernas cruzadas y las manos escondiendo todas las expectativas sobre sus faldas.
Si se ponía de pie, podía ser una estatua perfecta. Si osaba mover los brazos, era como un flamenco sobre el agua plateada. Tremenda la dignidad de su cuello, para ser un perfil que duraba sólo unos segundos.
Algunas de sus historias eran de autores famosos o no, de Las Mil y una noches, de gente que esperaba en el subte o de amores que volaban y morían.
Una noche, yo estaba sola. Tenía ante mí una copa de buen vino que convidaba la casa. No la toqué por no romper el juego de luces que había sobre ella. Siempre pensé en el vino tinto como la sangre y el en vino blanco, lágrimas.
Esa noche, Andrea, con una copa de vidrio en la mano, contó una historia árabe de las más sugestivas que oí en mi vida, y un aplauso insistente y continuo provocó que algunos reflectores se prendieran.
Ella no se movió agradeciendo al público, que estaba casi todo de pie. Giró lentamente su cabeza hacia la izquierda y una luz indecisa la iluminó levemente amarilla. Brillaba su pelo, pero, sobre nosotros, el silencio negro. Su cara, mezcla de cera e incienso, como una virgen legendaria.
—Viene a cuento —dijo lentamente. Levantó las manos y las cruzó como una paloma sobre su pecho. No movió sus párpados y dos lágrimas gruesas le cayeron de los ojos. Miró fijamente un sólo lugar y dijo con ternura:
—Yo tenía un amor que se llamaba Javier…
Sólo de una de sus manos salía sangre cada vez más roja, que entraba por la manga negra de su vestido y se deslizaba por sus dedos con una lenta velocidad maldita.
—Estoy muriendo por la mitad —dijo sin bajar la cabeza.
Nadie se movió.
Era una estatua doblada en dos como un libro, la curva de su espalda una línea recta y ahora la sangre corría por sus piernas.
La cara de Andrea desaparecía en capas transparentes. Y sus ojos cerrados.
Su brazo, el del tajo alevosamente abierto, quedó suspendido en el aire como un adiós imperceptible, como si desde la borda de un bote tocara el agua con la punta de los dedos. Con algún Javier, supongo, salieron de la luz y de mí para siempre.
No me moví ni tomé la copa de vino. Cuando pude levantarme supe que como un ciego para siempre llevaría esas voces conmigo.



Mercedes Sáenz (Buenos Aires, 1952). Ha cursado estudios de filosofía. En su haber literario cuenta con pequeñas publicaciones para las editoriales Atlántida y VYR y diversas colaboraciones para revistas virtuales, especialmente para Artesanías Literarias, del editor Andrés Aldao. No participa en concursos. Es autora del libro Filos de Lata, publicado por la Editorial Vela al Viento, del editor Eduardo Gómez. Actualmente está preparando un segundo libro.


GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Año VII. Número 58. Noviembre-Diciembre 2008. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2008 Mercedes Sáenz. © 2002-2008 Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga.


Gracias a GRIBALFARO por haber incluído este texto de "filos de lata" en su última publicación.
Un afectuoso saludo

Mercedes Sáenz