LA VOZ
LA HERIDA QUEDA SOLA, NO VIENE CONMIGO
Cómo el murmullo de un rezo inclinado sobre la esfinge de uno,, no sé quien pide. Busca la voz, el asfalto hierve lejos dónde termina el campanario de un desierto. Durante otoños de un día ha olvidado cuáles precedieron el destierro de voces que se hicieron una. Porque siempre hay una voz que pide más fuerte
Dejar si puedes, la herida sangra y sola dice la voz
La mano empuña hierro derretido en el frío y habrá entrado en los ojos ya no secando, dejar si puedes, antes de la cobarde defensa del olvido. No podrá olvidar. Resiste a perder lo que ha sido.
Ha buscado en todos los no has visto, en los pasos que cree, en las manos que adivina, en los sigilos del bolsillo en dónde guardaba atónitas mañanas de lunas, por que la lunas no se han ido.
Dejar si puedes, le decía al dolor. Si ya es un invitado, tácito y gentil, como una sombra que advertía no escapar junto a la noche.
No podrá dejar, tal vez mañana, cuándo se hubieran ausentado los sentidos.
Mercedes Sáenz
LA HERIDA QUEDA SOLA, NO VIENE CONMIGO
Cómo el murmullo de un rezo inclinado sobre la esfinge de uno,, no sé quien pide. Busca la voz, el asfalto hierve lejos dónde termina el campanario de un desierto. Durante otoños de un día ha olvidado cuáles precedieron el destierro de voces que se hicieron una. Porque siempre hay una voz que pide más fuerte
Dejar si puedes, la herida sangra y sola dice la voz
La mano empuña hierro derretido en el frío y habrá entrado en los ojos ya no secando, dejar si puedes, antes de la cobarde defensa del olvido. No podrá olvidar. Resiste a perder lo que ha sido.
Ha buscado en todos los no has visto, en los pasos que cree, en las manos que adivina, en los sigilos del bolsillo en dónde guardaba atónitas mañanas de lunas, por que la lunas no se han ido.
Dejar si puedes, le decía al dolor. Si ya es un invitado, tácito y gentil, como una sombra que advertía no escapar junto a la noche.
No podrá dejar, tal vez mañana, cuándo se hubieran ausentado los sentidos.
Mercedes Sáenz