jueves, 29 de abril de 2010

POEMA DE MIRARTE


Poema De Mirarte

El vino busca en la boca inclinada
un beso de vidrio
color ébano.
no recuerda el verso
confunde las lunas
los pies no alcanzan la rueca.
la ira no es ya
tormenta brutal
queriendo verse cómo el hombre
que –yo- sigo viendo.
un estilete cortés marcó los
hilos en el tapiz de su cara
dibujó su tierra en dónde palidecen
sus dioses oscuros en una blancura
desmedida.
Será su último día.
No existirá mañana.
Y yo lo miro…
tiemblo, también en mi copa
-creo que quiso mirar allí sus propios latidos-


me pidió que no lo toque
hasta que la muerte lo toque primero.

Mercedes Sáenz

lunes, 12 de abril de 2010

MIEDO






MIEDO




Frente al puente colgante, un niño arrodillado pidiendo con su rezo.
Las sogas empezaron a correrle por los ojos, tocan el hombro, mueven su cabeza. Las piernas, pie de álamos desnudos contra la tierra por dónde una vez, tan altivos, anduvieron los caballos pisando en dónde ahora, no se levanta alguien hincado.
El puente arriba del río hondo, turbulento silencioso abajo.
Cerrar los ojos por no fiar. Tocar con el dedo la boca que se abría de frío para repetir la memoria que tenía en otro lado de una cruz.
Las canastas que lleva tejidas con carrizos, como gaviones contra el agua, no atajan avergonzarse de ser miedo niño. Los pantalones pasan el muslo y esa forma de camisa que tapa su pecho flaco lleno de moretones. Un silbido se arremolina perverso para rodar un poco por encima de su sombrero y no hacer ruido al pisar las hojas. Ese viento destemplado le acaricia la cabeza.
Aflojó la bolsa de grasa que tenía en la cintura y sus dedos la esparcieron con suavidad en la base de las canastas que tocaban el suelo. Las ató muy fuerte con una misma soga, dejándolas en fila india, no por miedo al viento.
Después de que el niño se aferrara con las dos manos y recorriera sentado todo el puente hasta llegar al otro lado, quedó diosita sola sin la menor importancia.
Tuvo un poco menos del miedo del que la humanidad dispone desde toda la eternidad.


Mercedes Sáenz

jueves, 1 de abril de 2010

NIÑA SOLA Y MUELLE






NIÑA SOLA Y MUELLE

Son oblicuas las sombras esta tarde,
(ya es calle sola sobre el río)
silencio desnudo en los senderos
y la niña de ahí, la niña sola.
Sentadita en la escalera
juega
con sus pies pintados de tierra
y toda el agua
y canta
o reza
o murmura
o repite del árbol
la noche de una luna oscura.
Trenzas de niña que si no las soñó las tuvo
dibujadas torpemente por mi antes,
antes de que empujara descalza su inmenso carro de cartones.
Es suyo ese muelle ahora
mientras la espero,
todavía la espero.

Mercedes Sáenz

sábado, 20 de marzo de 2010

LOS MUDOS DE OTROS





LOS MUDOS DE OTROS






En marzo soy todo el mes,
un enorme oso flaco en un agujero


en marzo
canto a escondidas un llanto absurdo,
hablo con dioses que no conozco
(encierro palomas en pinturas cubistas)
los ojos, blandos a mi, abandonan las formas de la memoria.
en los párpados fierros como si nada viera.
impotencia es la cárcel más pequeña
todo vuelve en la negrura de los sueños y el dolor siempre.
las manos se secan, ya no se tiembla.
marzo, minúscula me dijeron,
(siempre con minúscula)
las fechas así se escriben y porque
quiero aprender obedezco

Tal vez es lo único que escriba
(porque ni hablar puedo
del dolor siempre).


Mercedes Sáenz

domingo, 14 de febrero de 2010

HACE UNA VEZ



HACE UNA VEZ


- Harto, me tiene harto esta silla de mierda y todos estos escalones, vociferó ese señor que a diario la llevaba hasta el colegio. La silla con el mismo envión del mal humor, llegaba hasta la primera maestra que la tomaba y el señor de corazón cuervo pala de piedra se sacudía el uniforme y se subía al Mercedes que había quedado con la puerta abierta.
La niña de una boca, parecía por mandato, no poder soltar un enjambre de abejas que guardaba en lo más profundo que su garganta.
Tan temprano, cuándo los tiempos niños son remolinos, los zapatos míos algo gastados se clavaban en el suelo menos fuertes que mis ojos. Nunca detuvo el óxido de sus pupilas sobre los míos. Solté al aire mi valija pesada en ese entonces pero la fuerza no llegó ni siquiera a los escalones. Tampoco la vio, creo, ella sí, giró apenas la cabeza.
Hablar con las respuestas más amables es llevarse a esa edad sólo una caricia en la cabeza. Nada se produce si al día siguiente de todos los días volvía a repetirse.

Encontré un papel de bordes tajeados, fácil, sin tinta, empecé a escribir una carta con un lápiz que no medía más que mi dedo índice de ocho años. Yo creía que escribía con fuerza de leones, ahogando el vértigo que acecha en el borde del papel por dónde pueden caerse las letras. Pedí fuera del tiempo de los Jesuses vivir en una dulcísima pobreza, pero el adulto suele responder muy seguido con una caricia en la cabeza…mientras conversa con otros adultos de cualquier tema.

No sé dónde estaban los años cuando me encontré con el corazón cuervo pala de piedra, pidiendo cualquier cosa en una esquina de Corrientes y Florida, sentado en una silla de ruedas. Parecía un hombre que mis pupilas veían cómo a un chiquito viejo de lata oxidada.
Me detuve un segundo con un álgebra de emociones encontradas. Creo que él no podía levantar la cabeza, despacio, haciendo un imperceptible gesto sobre mi pelo, me fui taconeando sin hablar con nadie. Pero yo toda me quedé en la esquina dónde se junta la basura, al aire, sin fuerza por no poder llegar ni siquiera a lo que creí que eran mis propios escalones.

Mercedes Sáenz

viernes, 12 de febrero de 2010

CONFLUENCIA



CONFLUENCIA



Lo juro. Todo el viaje de vuelta estuve pensando en que dos palabras usar para empezar a escribir esto. Una no quería.
No podes oír mi tono de voz, creo que lo mejor es jurarte.
Volví liviana de huesos, sin oscuridades en ninguna parte del cuerpo ni siquiera a las que no les llega luz.
Éramos varios pero eso no importa, la que soy sola cuándo algo me saca del mundo, es la que sola vuelve de esas cosas.
Colgaban cortinas de colores livianas como vuelos que no ves más que cómo un soplido, atadas a los troncos que sostienen el techo del lugar.
Empezaron debajo de ese techo a deslizarse las manos cómo gatitos, (seguros pero nunca se sabe a dónde van) por los timbales, órganos, guitarras acústicas, cajones peruanos, un saxo tan dulce y discreto, un instrumento que suele llevarse todos los decibeles a los oídos desplazando otros.
Mucho no entendí la confluencia, eran siete, uno el dueño del lugar, otro un guitarrista famoso, otro era un maestro pizzero que estudia música desde que camina solo, un ejecutivo de alguna empresa por lo que supe, otro al que nunca le vi bien la cara que hacía temblar maravillosamente un bajo , también el hombre del saxo.
Y una voz.
Y Dios que me quedé sin mí., sin nada de mi.
Y esa voz que ya es un hombre nació de mi no sé cómo hace para producir esos momentos.
No creo que estés muy lejos si lees esto, creo que lo vas a entender, o decir al final, ah, sí, es una emoción muy linda, si, muy linda.
Pues no.
Si sólo te dijera eso, estaría hablando de dónde pone la voz cuando canta el tango volver, o un vestido y un amor, o Eulogia Tapia, o la mejor versión de Yolanda que oi en mi vida y no creo ni que él mismo la pueda volver a repetir. De las voces que sonaban de atrás con tanta armonía.
Claro que te diría que ese Federico Heine ya no es el hombre que nació de mi, ya no es sólo la voz que más me gusta oír. Ya no es el que cada vez que lo oigo canta mejor, usando instrumentos que antes jamás le vi en sus manos o en sus pies.
Hablo del mágico instante en que hombres sin órbitas visibles de sus vidas, a esa hora pueden juntarse porque sí un miércoles a la noche, sin ensayos previos, más bien con acuerdos telefónicos y hacer que desaparezca cualquier cosa del mundo que no sean la música y la timidez cada vez más débil de la luz de las velas.
Ellos parecen sostenidos en el aire, descalzos de cualquier piedra o paraíso que tengan a cuestas, ellos tampoco parecen conocer las fronteras de sus cuerpos.
Creo que dioses sin saberse hacen un cielo dónde tal vez deciden destinos de nosotros en un idioma que ni por piel desciframos.
Creo que Federico Heine tiene mucho de eso.
Te lo juro. Porque no sé de que otra forma decirlo

Mercedes Sáenz.

miércoles, 10 de febrero de 2010

VOCES DE HOY, VOCES PARA SIEMPRE



Esto debería ser una carta larga y personal por mail pero prefiero ponerlo acá pues el escritor y editor Pedro Pablo Pérez Santiesteban lo merece.
Por ignorancia, por no saber manejar estas cosas, nunca puse en su debido tiempo la revista que más abajo dejo.
A Pedro lo conocí por Internet intercambiando textos de una sensibilidad muy profunda y de una belleza llamativa, preocupado siempre por llevar la palabra, la cultura y la literatura hacia la libertad con alas propias. Tanto ha crecido cómo persona, cómo escritor y cómo editor que los invito a que recorran sus sitios. Ensayos, entrevistas, fueros, invitados especialísimos, certámenes, libros varios editados bajo su supervisión, recomendaciones muy bien fundamentadas. Todo un mundo de la palabra que se hace inmenso a través de sus ventanas. En todos ellos está ante todo la inteligencia y la generosidad de la palabra.
Querido Pedro, te agradezco con el corazón el texto mío que oportunamente incluíste. Con letra chiquita te pediría mil disculpas por no haberlo hecho antes, es un honor para mí pero ignorar hace difícil cualquier respuesta adecuada.
Recomiendo ahora leer la última revista de noviembre- diciembre 2009 que van a encontrar en sus páginas. Todo el material es excelente.

Te mando el abrazo más fuerte que puedas recibir y pongo a continuación algunos de tus sitios

Merci, la que hoy sabe apenas un poquito más, bastante más tarde
www.vocesdehoy.blogspot.com

www.vocesdehoy.net

305-442-6450
Miami. Florida. E.U