martes, 21 de diciembre de 2010

MUY BUENOS Y MUY FELICES

CREAS EN LO QUE CREAS
TE DESEO LO MEJOR PARA ESTE AÑO QUE EMPIEZA.
SI CREES EN EL TATA DIOS
QUE TE ACOMPAÑE SIEMPRE,
SI CREES EN OTRA FORMA DE DIOS QUE TU DIOS SEA EL QUE NO SE SEPARE DE VOS
EN TANTO NO TE SEPARES DE LA GENTE DEL MUNDO.
TRATEMOS DE SER CADA VEZ MÁS BUENOS
SIMPLEMENTE
CREO
ES LA MEJOR MANERA DE SER FELIZ.

UN ABRAZO MUY FUERTE
REDONDO
SIN MEDIDA.

MERCEDES

miércoles, 15 de diciembre de 2010

GANADORES DE LOS PREMIOS SUR ¡FELICITACIONES MARCELA SÁENZ!

:05 - ESPECTACULOS

¡FELICITACIONES A TODOS!

Todos los ganadores de los Premios Sur


Nómina completa de los ganadores de los Premios Sur, entregados anoche por la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de la Argentina.


- Película: "El hombre de al lado", de Mariano Cohn-Gastón Duprat.

- Opera prima: "Sin retorno", de Miguel Cohan.

- Documental: "Un fueguito, la historia de César Milstein", de Ana Fraile.

- Director: Mariano Cohn-Gastón Duprat ("El hombre de al lado").

- Actriz protagónica: Erica Rivas ("Por tu culpa").

- Actor protagónico: Daniel Aráoz ("El hombre de al lado").

- Actriz de reparto: Claudia Fontán ("Igualita a mí").

- Actor de reparto: Martín Slipak ("Sin retorno").

- Actriz revelación: Julieta Zylberberg ("La mirada invisible").

- Actor revelación: Daniel Araoz ("El hombre de al lado").

- Guión original: Andrés Duprat ("El hombre de al lado").

- Guión adaptado: Roberto Fontanarrosa - Rodrigo Grande ("Cuestión de principios").

- Fotografía: Félix "Chango" Monti ("El mural").

- Montaje: Marcela Sáenz ("El mural").

- Dirección de arte: Emilio Basaldúa ("El mural").

- Diseño de vestuario: Graciela Galán ("El mural").

- Maquillaje y caracterización: Beatuska Stanislaw ("El mural").

- Música original: Sergio Pángaro ("El hombre de al lado").

- Sonido: José Luis Díaz ("Igualita a mí").

- Película extranjera: "La Cinta Blanca" (Michael Haneke-Alemania).

domingo, 12 de diciembre de 2010

TRES







A queridísimas tres señoras, especialísimas.
A esta largura incoherente las queridísimas señoras me pidieron que agregara la palabra "especialísimas".
Ahi quedó pues.




AVISO





SE OFRECE TRABAJO A PERSONAS DECENTES SIN LIMITES DE EDAD. ESPECIFICAR CONDICIONES PERSONALES PARA DESARROLLAR TAREAS PRECISAS. PRESENTARSE EN EL TEATRO SANTA MARIA LOS MARTES Y LOS JUEVES DE 12 A l 5 HORAS. ANOTARSE LOS LUNES DE 14 A 15 HORAS. TRANSMITA ESTE AVISO PARA QUIENES NO SEPAN LEER.



Sentadas sobre maderas gastadas y tablones caminados por tanta gente importante que ni el barniz ni la cera podrían haberse llevado sus huellas. Las tres.
En sillas viejas, diferentes, con respaldos que dejaban los cuellos a distintas alturas, en donde la dignidad de años anteriores, cada tanto, descubrían posturas de señoritas enseñadas por sus abuelas.
El teatro había sido importante en los años ochenta. Ahora se utilizaba para quien lo pidiera si el destino era cultural, benéfico, o dejaba algún rédito.
Ellas, las tres, lo solicitaron dos veces por semana, para entrevistar gente de pocos recursos y conseguirles trabajo.
Un foco de luz que venía de alguna parte invisible del techo dejaba sombras sin delimitar contornos. Las tres, ubicaron las sillas como en un cuadro. Mezcla de tribunal de justicia, mesa examinadora, selectoras de un casting de producción muy cara. Otorgadoras selectivas del bien común. Las tres. Vestidas con sus mejores ropas, utilizando gestos amables y atinados parecían haberse olvidado de los remedios y de los geriátricos.
Ahora vivían en sus casas, la menor tenía setenta y tres años, la más grande setenta y nueve.
Las dejaban salir un rato solas y el teatro estaba a cuadra y media de sus casas, y esa distancia era muy corta comparada con los grandes jardines de los psiquiátricos, en los que caminaban muy poco tiempo antes de salir, sin acompañantes.






PRIMERA ENTREVISTA


Fue una vendedora de flores de unos veintiocho años seguramente con varios hijos, pero no lo dijo. Se presentó vestida como estaba, de remera negra y jogging gris, con el pelo despeinado y una cola que le caía sobre el hombro derecho.
La sentaron en una silla a una distancia prudencial de forma tal que el escenario no dejara de tener cierta religiosidad. Las tres damas templarias conservaban su aspecto de imponente inocencia, de serena seguridad, como las figuras de un cuadro rígido y con la posibilidad de imaginar cualquier sensación humana por una precaria luz que descendía del techo.
La mujer parecía no entender nada. Se miraron con gesto serio.
Le preguntaron su nombre y se llamaba Mirta.
-¿Está usted sana?
-¿En qué sentido? Digo, me los pregunta. El aviso decía sin requisitos.
-Bueno en el sentido de no tener ninguna enfermedad rara
-Bueno, si es rara yo que sé. Vendo flores, soy fuerte, nunca me enfermo ¿Qué tengo que hacer?
-Ya va, ya va. Sólo queremos asegurarnos de proporcionarle lo que necesita antes de empezar a trabajar.
-Miren Doñas, como faltar me falta de todo, ocúpense de darme trabajo que de lo que me haga falta me ocupo yo.
Las tres volvieron a mirarse. Una de ellas con una mano prolija detuvo una tos algo áspera que parecía escapar de su boca.
-¿Usted sabe lo que es el agua “VIRTUOSA”?
-¿Y eso con que se toma con hostia?
-M’hija, m’hija, la paciencia ante todo. Le explico, nosotros como somos damas voluntarias conseguimos un agua milagrosa. Usted lo único que tiene que juntar son las botellas de agua mineral vacías, las de medio litro ¿vio? Nosotros las llenamos y usted las vende.
La vendedora se paró dando un giro resuelto y enojado
- ¿Y para esta joda ustedes hacen todo este quilombo? Les voy a avisar a todos los que no saben leer, que ni se acerquen
Una de las tres se paró con aire solemne y ofendido.-
- Siéntese por favor.
-Señora, no me joda. Que ese cuento ya lo hicieron en mi barrio.
- Seguro que no. Usted acá no deja un peso, se lo guarda todo. Ese es el primer Milagro.
-Bueno, ¿cómo qué no traigo nada? ¿Si ustedes la dan gratis por qué yo la vendo?
¿Ustedes que ganan?
- Hacer el bien, querida.
- ¿Y si es milagrosa por qué no la regalan y no arman todo este despelote?
- Le voy a explicar de nuevo: Nuestro Señor dice “Te ganarás el pan con el sudor de tu frente.” Debemos enseñarle a la gente a conseguir su propio sustento, pero como la vida está tan difícil y necesitamos que a la gente se le arreglen tantos problemas que tiene. ¡Ay Dios mío, no se puede vivir más así!
La vendedora se sonrió por dentro. La Iglesia sólo la conoce porque le d.C. de comer.
-¿La iglesia ésta, la grandota de la plaza, sabe que ustedes hacen esto?
- Por supuesto, es quien nos proporciona el material, las instrucciones, las etiquetas. Controla todo. Nosotros podemos fallar como cualquier ser humano
-Ustedes un poco más porque son más viejas
-Pero más sabias.
-¿En qué? Y arrugó los dedos en un típico gesto italiano. - ¿Y quién hace la propaganda y todas esas cosas que se hacen para hacerla conocer? Si yo digo que esa cosa es milagrosa, no me van a creer. Me van a tomar por chorra.
- Está muy equivocada. La primera que debe creer es usted. Como corresponde
- Le vamos a dar una dosis pequeña en un frasquito y usted enseguida notará los efectos.
- Déme una ahora entonce, la tomo delante de ustedes y vamos a ver que me cambia.
Las tres se pusieron de pie juntas, como si las hubiera picado un escorpión.
- Si usted cree que esto es un incordio, no vale la pena seguir hablando y agregó en seguida:-Usted cuando hizo la primera comunión, porque me imagino que la hizo. ¿La tomó a la ligera? Pues acá es lo mismo. Porque el subconsciente colectivo…
Una de la tres interrumpió:
-Amanda, dijimos que nada de explicaciones complicadas, sólo íbamos a hablar de la fe. La fe es algo sencillo entendible para todos.
- Doña, si me quiere tomar por bruta, hágalo, pero la televisión explica cualquier cosa que uno quiera saber, no hace falta la fe ni la no se qué. Lo único que necesita es un mate y estar un poco distraída, porque si se concentra demasiado no entiende una papa. Pero si escucha así como al pasar, cuando terminan, seguro que sabe de qué estaban hablando y a uno le queda solamente lo que tiene ganas. UD. habla de la fe como algo fácil, ¿vio la cantidad de palabras que usan esos pastores en el cable? No para de decir cosas y lo único que quieren es que se acerquen a esas iglesias para dejarles guita.
- Esto no es lo mismo, nosotros no le pedimos plata, usted va a pedir plata, trabajando, para sanar y aliviar a la mayor cantidad de gente posible y todo lo que debe hacer es creer.
- En ustedes no creo ni en lo que estoy viendo. No me fui porque quiero descubrir la trampa. Pensé que podía limpiar, hacer una changa. Para atriz no vine.
- ¿Usted no oyó hablar de los mellizos curados en La Matanza? ¿Ni del terremoto que no llegó al centro de San Juan hace dos semanas? ¿Y que me dice de su hijo cuando pensó que se ahogaba y en la salita se salvó? Toda esa gente toma agua VIRTUOSA. No le gusta decir que lo hacen porque la gente después no cree en sus habilidades personales, que por supuesto también la tienen. Eso si, Mitra, esta agua no sirve para rejuvenecer, eso sólo es obra de Dios y nada tiene que ver con la estética.
- Tengo 28, Doña, ¿qué quiere que me arregle?
- Pero no sabe que edad tenemos nosotras, mucho más de la que se imagina. Hemos tomado el agua, pero no en el sentido estético. La paz d.a. una luz especial y uno parece más joven.
Mitra se calló un segundo.
-¿Cómo supo lo de mi hijo la semana pasada?
- Le dije que éramos más sabias.
Se hizo otro silencio.
- No me convence, Doña, pero voy a probar esa agua. ¿No tiene alguna porquería, no?
- M`hija, por favor.
- ¿Qué tengo que hacer?
- Se lleva este frasquito, no deje que lo toque nadie y mañana en ayunas, cuando el alma está más limpia porque no ha tenido tiempo de hacer ni de pensar malas acciones, se lo toma despacito. Que cada sorbo que entra en su cuerpo sea un pedacito de Dios que la visita personalmente. Piense en todo lo bueno que quiera, primero sólo para usted, así podrá después cuando tenga pruebas transmitirlo a otros.
Mirta no se acordó de sus noches de cama ni de las puteadas nocturnas a hijos insomnes, tomó el frasquito y se fue.


DIALOGO CON UN CARTONERO


Duró apenas unos minutos. La habilidad de las repuestas fueron concretas, habilidosas, inteligentes e irónicas. Un hombre de 42 años que presentaba a su hijo de 16 para ver que otras tareas podían sumarse en la familia, mezclando un poco que vinieran de parte de la Iglesia y ese tema de la contención y de que le pongan algún límite o le llenen la cabeza con otras cosas ya que al pibe mucho no le gustaba el deporte, trabajar menos y las drogas le pegaban muy cerca, menos que la policía, pero muy cerca .Sólo les dijo:
-Poco zapato gastado señora, es imposible creerles nada, con la vida que imagino que han tenido, me equivoque o no, todo esto es casi perdonable porque son mas viejas que la escarapela, porque alguna de ustedes podría ser mi vieja y porque en realidad no sé si son esos cuentos que hace Tinelli o cualquiera de esos. Pero a mi pibe no lo van a joder. La calle está jodida, pero por lo menos estoy en ella y a mi pibe lo tengo cerca. Y eso del sudor de la frente, guárdenselo para los pelados que ganan guiíta, nosotros transpiramos los pies. Se fue caminando.
Una de las tres dijo:
-¿ Amanda, de los cartoneros tenemos que preocuparnos poco por que están bastante organizados no te parece?


DIALOGO CON UNA CHIQUITA DE UNOS ONCE AÑOS


No es el mismo día que otros, las tres son las mismas pero ya las luces se ven diferentes. Alguien cambió las sillas de lugar. Están en el mismo espacio del escenario pero quien estaba en el medio quedó a la derecha o la izquierda, según se mire de adelante o de atrás.
Juegan un poco a la Santísima Trinidad, eso de no entenderla, de estar en todas partes, de querer ser una sola. Nadie se anima a ser el Espíritu Santo.
Se sentó solita, con una manzana en la mano, bajo esa luz que todo lo hacía parecer como una buena fotografía, en vez de considerar una realidad que debería llenar la cabeza de piojos, para que desaparezcan las ideas de no considerar el mundo que nos rodea, para concientizar que el problema de la niñez ni siquiera está ya en manos de los adultos. Los chicos tratan de cambiar sus propios destinos, modificar sus mundos, atravesando historias minimizadas porque a esas edades todo parece moverse entre juegos. La resilencia, palabra difícil que poco resultado da porque los grandes jugamos al gallo ciego. Y no digo gallito porque todos somos dueños de distintos gallineros y para eso ¿hay que llamarse gallo, no?
¿Qué puede preguntarle una trilogía de esta naturaleza a una niña de once años?
Pero una de ellas se levantó, se acercó alejando sus tacos del piso, caminando en puntas de pie y llegó hasta la silla.
A la mujer grande le costó inclinarse y arrodillarse en el suelo, ante el asombro de las otras dos porque se ensuciaba la pollera y se enganchaba en los tablones cargados de cera vieja y tierra nueva, tierra disimulada, la que se junta de a poquito.
Tomó a la chiquita de la mano y la hizo sentarse con ella en el piso. Era una buena fotografía.
Por un momento algún escenógrafo lamentaría no haber conformado ese cuadro de dos estatuas mortecinas, en la que una manzana de colorado pálido encerrada en una mano, parecía la única ostentación de pecado.
- Los niños no deben trabajar, chiquita. Los adultos los tenemos que ayudar. No deberías estar acá.
Los pequeños párpados se levantaron, la mirada respondió a frases de todos los días, mezclándose en unas pupilas negras, lo que mamá y un supuesto papá habían enseñado. Tener siempre la mirada triste.
- Por mi casa trabajan todos, también voy al colegio y el papelito del árbol, ese aviso, decía sin límites de edad.
- Bueno porque es para gente grande, bueno, en realidad…ahora cuando salimos de acá, ¿ te venís conmigo a mi casa y hablamos tranquilas querés?
- Yo tengo que volver a las seis más o menos y con plata. Si voy a lo de alguien raro me cagan a palos.
La mujer se levantó como pudo, ya no en puntas de pié se acercó a su cartera, encerró en su puño, abollado contra la piel de la mano, un billete de diez pesos y se lo dio a la chiquita.
- Gracias, Doña .Y se levantó estirando perezosamente su cola de caballo y se fue. Se levantó y la dejaron irse.
Las otras dos desde sus sillas, descruzaron las piernas haciendo un poco de ruido. No estaba previsto que Amanda actuara así. El juego se rompía y la realidad que alguna vez, someramente en tiempos de mentes lúcidas, había estado rondando por sus cabezas, desaparecía con un billete arrugado de diez pesos.
- Ay, Amanda - dijo una que se llamaba Angélica- dijimos que nada de darles plata, que les íbamos a enseñar cosas, no a darles plata.
- Nos tendríamos que ir todos a la puta sociedad que nos parió.
- ¿Amanda¡ gritó Aurora.
Amanda se fue arrastrando su silla porque debían dejar todo ordenado cuando terminaban. Los tacos se clavaron en el piso, con algún resabio demostrativo de cuando sus enojos eran elegantes.
En el murmullo de las otras dos se escuchó bajito:
- Ahora la mesa la vamos a llevar nosotras dos solas, que viva.


DIALOGO ENTRE ELLAS


Se habían retirado del teatro y decidieron ir a tomar un café. El bar quedaba en frente.
Sentadas en una mesa cuadrada, se miraron las manos, algunas tenían anillos de maridos que ya no existían. Ya ni en sus memorias porque se mezclaban con amigos, con actores y a veces con personajes de la historia.
Esas mesas en donde siempre planeaban el mundo, antes de su locura, después de su incertidumbre.
- Amanda, no te parece que tenemos que repasar un poquito esto de la caridad, eso que hiciste hoy no es lo que habíamos hablado. Tenemos una misión que cumplir, ante Dios, ante la sociedad y también ante nosotras.
- Quiero hacer justicia, no caridad, con esto no hacemos más que acrecentar el desborde social que desde nuestras familias hemos visto pasar como en un noticiero, en que alguien es degollado y como no lo conocemos y no salió en sociales, oímos la siguiente noticia como si nada.
- Que absurdo contestó Angélica.
Aurora nada dijo. Apretó sus dedos en actitud de rezo, implorando que del tema no se siguiera hablando, odiaba las polémicas, las discusiones y los confrontos. Nunca entendía de qué estaban hablando y prefería no hacerlo.
- Amanda, dijo Angélica, tenemos la oportunidad de ayudar, de hacerle creer a la gente necesitada que puede estar mejor no entendés que es una cuestión de actitud, de sensación térmica, de ser positivos. Eso hay que enseñarlos, sino, pobres, ¿cómo van a salir de situaciones tan difíciles?
Aurora esta vez con el mismo gesto elevó las manos por encima de su cabeza como implorando al cielo.
Mujeres de corto o de largo alcance, iniciadoras de situaciones que no se sabe si llegan a algún lado. Sobre sus espaldas, algo redondas, no porque la vida las hubiera tratado bien, sino que a todo lo sucedido lo disfrazó de forma amable.
Esta mezcla empobrecida de querer ayudar a los pobres, esta mezcla de poder hacerlo de la única manera que saben. Esta mezcla de no tener un horizonte claro, de pedir por piedad, de predicar la piedad.
Y dos mundos paralelos surgen, porque hacer, hacen muchísimo y muchas en forma callada. Y entonces surge una pregunta que golpea como un hacha, ¿la realidad la ven mejor que otros? Los severos análisis de la situación social que piden a grito cualquier paliativo en vez de pedir prevención o curación.
Saber se sabe. Puede cambiar la mirada o mirarse para otro costado, pero en este caso es demasiado fuerte y el pecho se oprime y se aprietan los puños. No se sabe bien si porque uno quiere golpear algo, o porque nada tiene para dar.
Las tres anduvieron descalzas por jardines de asépticos psiquiátricos, bajo normas de orden y tranquilidad, en donde nada tenía que pensar porque todo les era proveído. En su vida anterior, antes de la locura, las carencias no eran materiales, los vacíos llenaban cualquier rincón que se mirara y las familias posponían muy lentamente cualquier decisión que con respecto a ellas fuera importante. Como calentar el agua un poquito más, apenas, apenas y de pronto las burbujas ya están arriba y el agua ya está hirviendo y no es posible meter el dedo, y sólo resta esperar a que se enfríe, pero ya es tarde.


DIALOGO ENTRE ELLAS, DOS

Amanda y Angélica quedaron solas, Aurora estaba por ahí, pero más bien parecía una sombra, o una luz viscosa que cambiaba de colores a medida que se trataba de ubicarla. Esta vez no armaron la mesa ni las tres sillas. Se sentaron en las butacas gastadas de la primera fila del Teatro Santa Maria, con las agendas cerradas y las piernas paralelas y prolijas, Tenían poco espacio.
Miraron el escenario como si fuera el mundo sobre el que les hubiera gustado trabajar, tan plano, tan derecho, sin obstáculos, sólo los que el hombre pone para actuar según su conveniencia.
Amanda y Angélica comentaron entre si que el efecto se había multiplicado. No sabían que había sucedido pero las curaciones, empezaron a comentarse por los barrios marginados. Algunas personas venían a buscarlas en el horario en que ellas no estaban. La Municipalidad empezó a mandar inspectores, el sacerdote de ideas innovadoras había pasado por allí. Nada presentó en la Catedral por miedo atener que tomar decisiones que no tenía muy en claro.
Se levantaron despacio, cada una con sus cosas en la mano. Llegaron a la puerta. La luz del sol tibio ya no contraía ojos cansados.
Miraron más las veredas que sus caras y apenas con tono bajito una de ellas dijo
-¿Jugamos a la canasta mañana? Las otras dos no contestaron
- Me parece, continuó con su monólogo- que es mejor volver a
tomar café en cualquier bar y discutir cuántos ravioles tiene el el plato que compartimos y empezar a criticarnos por estar cansadas de vernos todos los días-
-Yo no quiero volver al psiquiátrico, bueno a eso que ellos le dicen geriátrico.

martes, 7 de diciembre de 2010

EXPOSICIÓN

EXPOSICIÓN




Entera de ébano, generoso vestido blanco, dos gestos la cara.
Raulí hasta las manos y el hierro sostiene la nueva escultura.
El mármol no es blanco, los pies por debajo de la otra ropa.
Quebracho caliente, en otra, casi de mi media altura, con moño anudado y meses de trapos de lija y ceras.
Candel que me mira, hartos y quietos, la mano me roza.
Y más allá un cuadro, en todo un espacio, esperando algo.
Eran troncos de una sola pieza y con maestría le pusieron caras y manos.
Y los vistieron decentes, como un domingo en la plaza del pueblo
Pintadas hay dos bailarinas detrás de los vidrios.
Y su escultora camina en un pueblo de palos y ellos la miran,
Como si el trabajo duro pesara liviano.
Cuando apagan la luz, tienen miedo, se los van llevando.
Las manos son grandes, se tocan un poco.
No saben mañana si los pies enormes sirvieron de algo.
Marisa Insúa y la eternidad –ternura- del árbol y el mármol.

Mercedes Sáenz

miércoles, 24 de noviembre de 2010

A PENAS YA, APENAS UNA IDEA



MUCHAS SON LAS SOMBRAS, MUCHAS LAS IDEAS, A TODAS MIS SOMBRAS Y A TODAS MIS IDEAS, POR AL SÓLO HECHO DE HABER SIDO, LES DESEO LA MEJOR VIDA QUE PUEDAN TENER.
HASTA OTRO PRONTO.


APENAS UNA IDEA

demorarte duele,
pensarte allí, después de volver la hora,
la misma de ayer, quieta y ambigua.

otra vez el cuándo
mi tierra tiembla
y después esa meseta,
ese campo raso en dónde los pies inmóviles
quedan solos arriba del pasto
sin mi.


me hace bien pensarte
aunque no sepa qué hacer con vos.
ignorar siempre antes que todo
pero me hace estar viva,
saberme.


juega la luz y te hacés mármol
piedra y barro,
hilitos

y no aprendí a conjugarte
y vos menos un tampoco.

Mercedes Sáenz

lunes, 22 de noviembre de 2010

DESCONOCER



DESCONOCER

Estoy aquí, invocando a los dioses que aún permanecen debajo de la tierra, imaginando un azul maya, más profundo que los mayas todavía.
Por unos días los poetas de mis amores han quedado en los costados oscuros de mi cama,
Un leve movimiento diario, caricia imperceptible de la punta de los dedos en los libros… están allí, siempre, dónde nos abandonamos.
Se han detenido mis guerras, los amores no pueden hablarse, Kayyam ha vuelto a su siglo, los latinos hablan otros idiomas, un efímero soplido intenta volarme parada en la curva de un junco más liviana que una libélula.
Es una defensa contra el dolor dice Biön y dibuja mi arquetipo invocando imágenes de la infancia … una conducta de orden
silenciosa que no siempre se advierte.
El sentido de la palabra de Heráclito, verdad, ser, realidad.
En el medio del silencio de un libro que no puedo soltar y del que no entiendo nada, desmenuzo a Jung y con el aliento tibio de Freud desde su contratapa.
Estoy aquí, como un pan de avena olvidado en la mesada, oscureciendo de a poco, precipitándose a toda esa geografía molecular que ni siquiera conozco.
Estoy aquí, prisionera de la avidez de saber, saber… sin entender.
Estoy aquí, dónde danzan los átomos detrás de la negrura de lo que ignoro, estoy aquí, parcela de mí o toda.
Aprendiendo a desconocer. Pero la palabra de tantos autores me hace feliz, aunque igual desconozco.


Mercedes Sáenz

sábado, 20 de noviembre de 2010

LA TORTUGA ESCOCESA

PARA MI HERMANA DOLORES SÁENZ


LA TORTUGA ESCOCESA


Era la menor de cinco mujeres,flanquada por nueve hermanos,el mayor hombre, también los últimos tres.
A las mujeres nos vestían de escocés y por ser la menor, se ligaba todas las polleras que por tamaño venían del resto de nosotras. Le costaba caminar porque su tierna redondez la hacía girar más por el mundo que sostenerse sobre sus propios pies.
Cuando intentó dar sus primeros pasos, se caía al suelo, le costaba darse vuelta, pararse y volver a empezar como si nada hubiese pasado. Decíamos jugando, igual a las tortugas. Le decíamos Lola y pocas veces por su nombre verdadero.
Teníamos un perro ovejero alemán adiestrado y buenísimo, casi daba pena el concepto de obediencia debida que le había sido incorporado. Sabíamos que sobre él había caído porque volvía de sus recorridos, de un pasillo que entonces nos parecía largo, con las mangas mojadas. Jamás la mordió. Solamente le avisaba que en determinado rincón debía pegar la vuelta, porque el tamaño del perro para Lola era como caerse en la mitad de la popular de la Cancha de Boca.
Y es a propósito que escribo la palabra Cancha y la palabra Boca.
En esa selva inmensa que era nuestra vida, empezó bastante silenciosamente a abrirse paso y su cuerpo y su cara, tal vez la convirtieron en la más linda de todas nosotras.
No existía el azul en nuestros escoceses sin embargo con una letra bastante particular, escribió una simple composición para el colegio, que se llamaba Azul.
Ojalá yo la tuviera. Y por sobre todo, haber tenido esa facilidad para describir con tanta sencillez e inteligencia algo tan infinito e inatrapable como el Azul.
La vida la atrapó en un cuerpo fuerte y menudo, le dio la boca más linda que hayas conocido y un cerebro que no puedo definirlo con la exactitud que quisiera porque aún no deja de sorprenderme.
Un día volvió de colegio, esta vez con una obligatoria pollera gris y dijo que quería ser psiquiatra. Después de haber sido una buena alumna y de haber hecho las averiguaciones que la facultad le exigía, volvió a casa diciendo que para ser psiquiatra, primero debía recibirse de Médica.
Con la misma simpleza que describió el color Azul, dijo, estudiaré primero Medicina, tan luego. Y lo hizo, acompañada de un mate y de noches eternas con poca luz, y libros que eran más grandes que sus antebrazos.
Poco daba el sol en esa cara porque las horas de estudio se lo llevaban todo.
Yo no entendía como hacía cuando tenía un casamiento o algún evento especial con el que siempre fue su novio en esa época, porque salía de ese cuarto, toda vestida de negro, a veces, con pañuelos de lentejuelas en la cabeza, igual que una diosa chiquita y menuda, con una fuerza y una luz que no coincidían con el encierro de las horas de estudio. Sólo decía: “de negro y algo de pintura no se nota que el sol no ha pasado por mi cuerpo”. Decía que habría tiempo. Y se lo tomó.
No conocí a nadie que recorriera las letras de los libros de cualquier tema, con la misma facilidad que discurría y analizaba los idiomas del cerebro.




No conocí a nadie que tuviera tanta fuerza en un envase tan pequeño, ni que en esa fuerza pusiera tanta ternura cuando indefectiblemente toda esta gigante familia de enredos, la consultaba por los temas más difíciles o más triviales.
Cambiaba el tono de voz, se inclinaba si hacía falta hacia el problema o se montaba en un ejército de elefantes orientales para ponerse a la altura de las circunstancias.
Nunca supe si usó la sabiduría de las tortugas o le llegó desde el universo una caparazón transparente que la hizo convertirse en la mujer que es hoy.
No sé si esa caparazón le pesa o simplemente ya la lleva puesta como la capa de una imaginaria heroína, ya que cualquier cosa que pasa, valga la rima, en casa se dice “preguntale a Lola”.
No sé si pertenece del todo a este planeta porque cuando dice o hace cosas geniales, y uno le pregunta quién lo dijo, de dónde lo sacó, en que libro lo leíste, cómo lo conociste o un complicado por qué, simplemente dice “no sé”, alguien me lo debe de haber soplado, como de banco a banco, a escondidas de un gran maestro.
Yo tengo la suerte de tenerla de hermana.
Mercedes Sáenz.