Vuelan suaves, desde el fondo silban una transparencia leve. Imagen de Marcela Baubeau de Secondigne
viernes, 30 de enero de 2009
OJO CON LO QUE SE ESCRIBE
OJO CON LO QUE SE ESCRIBE
Lápiz redondo y grueso de cuatro caras, era la primera vez que salía del adorno de un escritorio caro. Desde el vidrio en que estaba apoyado ahora, las ventanas parecían más lejos, cuando ese lápiz era tronco todavía allá en el sur, entre aromas y sombras indecisas. Lluvias de los bosques, beber era la vida y el brillo tardío la siesta. Antes, pocas horas atrás, estaba durmiendo contra los filos de una lata brillante que apenas lo dejaba asomar su cabeza. Había llegado allí, como un distraído regalo de cortesía. Pocos sabían que algo podía escribir, cada tanto un índice suave de mujer, tocaba su cabeza negra cómo la nieve que no se derrite.
Ella llegó a su departamento y dejó ese lápiz y un papel sobre una mesa.
Sonó el teléfono, sonido nuevo, no de oficina.
Ella que se preparaba para un baño, contestó y dijo que todo estaba hecho. Dejó la puerta abierta y la luz sostenía con pereza un cuadro de colores tierra.
La computadora, invasora de un armonioso espacio blanco y arena, le avisaba a esa mujer que tenía un mensaje nuevo de la madre que la esperaba a almorzar, con el mismo tono de todos los últimos los años, cada vez que salía de viaje.
Alguien entró y sobre esa mujer mojada hizo el amor.
Al lado de la cama un papel con números grades y mayúsculas chicas, insistía mudo que era el número correcto de una cuenta en Suiza.
Alguien levantó el lápiz con un pañuelo blanco y con fuerza de taladro lo clavó en cada uno de los ojos de la mujer, humedad distinta ahora por el placer de hace apenas. Los brazos con sangre golpearon primero el aire, a la nada de un llanto desesperado, después puso sin fuerza las manos sobre sus ojos como una chiquita avergonzada, tal vez de que vieran así su propia muerte.
Unos ojos negros, como una pistola en reposo, apuntaron hacia unos almohadones tan blancos y perfectos que nadie hubiera dicho que ayer habían hecho el amor sobre ellos.
Alguien de ojos negros metió ese papel en el bolsillo y al lápiz lo envolvió en una bolsa de residuos. Lo tiró en el Riachuelo. Quedó solo flotando sabiendo que nunca se hundiría.
Mercedes Sáenz
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11 comentarios:
Interesante trama la de tu cuento Merci, un drama que se fue desencadenando con los trazos más certeros y donde el final cae como una aplanadora,me equivoco?
Opa0!me tomo bastante por sorpresa este texto,no me imaginaba algo tan asi de tu parte :P. si un dia venis tempraNO A la pizzeria, hablmos de los textos de mi blog y me contas lo que estas escribiendo que me contaste anoche :)
beso, cuidtae
lu
Mercedes, coincido contigo en el comentario que me hicieras,pero ahora para vos.
No es fácil encontrar la excelencia en internet, en vos sí que es posible.
Te intuyo sensible, humana, un ser humano imperdible.
Un abrazo.
Alicia
Hola Merci, encantada de volver a disfrutar de un relato de los tuyos, tan desgarrador..
Un beso siempre
mj
¡Cómo es la vida!, algo tan nimio como un pobre lápiz puede ser un instrumento letal dependiendo de su utilización y tanto puede valer como, ser un rastrojo en una charca cualquiera. Querida Merci,bella metáfora para explicar la vida sin ofender,¡¡bravo!!,un abrazo.A.Dulac
Un lápiz filoso como daga y en tus manos, para escribir un relato fuerte, cruel, donde igual instalás tu poesía... Como siempre.
Un abrazo
Sonia
Ya lo había leido y lo vuelvo a leer y es muy bueno poesía y talento para manejar el lapiz. felicitaciones lauris
en mi blog esta la respuesta a tu pregunta del otro dia.
beso
A través de un anodino lápiz nos entregas, Merci, un alerta sobre que la vida nos puede escribir.
Bravísimo.
MARITA RAGOZZA
Mercedes: ese lápiz, desde que fue dejado por alguien al descuido, tenía el destino de matar. Muy bueno. Te abraza, Laura B.Chiesa.
sólo diré ¡qué pena! pues aún el dolor escrito causa dolor al lector, porque si bien no es siempre cierto, abre una rendija a lo que la maldad humana es capaz de hacer.
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