ES MEJOR UN NUEVE QUE UN
DIEZ
Vas a aparecer con más
fuerza en estos días, tal vez porque las fechas se anudan y se asocian.
No importa.
Lo fuiste sugiriendo de
a poco o lo aprendí sola.
No intento jamás tener
un diez en nada, ni en la vida, ni en el centímetro cúbico de mi historia, ni
en la sangre.
Todo eso es un formato
absurdo del que sólo reconozco lo que ha quedado en el corazón.
No hablo de hacer una
torta que para mi es difícil, no hablo de metas que no tuve o no tengo. No
hablo de la vida, en ella apruebo para los que miran, solamente con un cuatro
si es que todavía existe ese número.
Cuanto más pasa el
tiempo, más cerca estoy de entender tu historia. Porque de eso se trata ¿no? De
entender. No de juzgar. No de comparar. No de exigir más de lo que ignoro
profundamente.
De todas maneras, hay
una ambigüedad absurda en estos pensamientos.
No hablaría de vos si no
hubiera una amorosa diferencia entre el debe y el haber. No me gusta la
matemática.
Tampoco es cero la
diferencia entre una cosa y la otra.
Este escrito es para
vos. No creo que sea congruente para los poquitos que leen por estos lados.
Es una manera de
evocarte con todo el cariño del mundo. A las cuatro de la mañana después de una
tormenta feroz afuera.
Dicen que te moriste el
día del maestro. Yo creo que fue antes. Fue cuando la intensidad de cualquier
cosa rodaba por las colinas sin poder detenerla.
Muy en el fondo, creo que
querías un diez en esa materia.
Somos unos nueve padres.
No sabemos mezclar el uno con el cero. Vos sabías.
Mercedes Sáenz
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