lunes, 1 de diciembre de 2008

UNOS MATES A LA TARDE


UNOS MATES A LA TARDE




La ayudaron a levantarse del piso, cómo a una herida que no sabe en que parte del cuerpo la tiene. La ayudaron a caminar sin que abriera la boca ni los ojos. Una vez adentro la acostaron en una cama, se dejó atender sin decir una palabra por una mujer que después confirmaría que era tan dulce cómo ancha y por una chica apenas pasada la adolescencia que parecía manejarse con mucha soltura y decisión. La lavaron cómo a un Cristo, pasando trapos limpios y tibios por sus heridas. Con una suavidad puntillosa, cirujana, sin presionar fuerte sobre las heridas.
Le pusieron una almohada en la espalda para levantarla levemente. Unas manos le sacaron la tierra pegada de los ojos y en la contractura de la cara se notó que intentaba abrirlos. Logró abrirlos ante unas caras que le parecieron llenas de amor.
Le acercaron algo tibio con gusto a casi nada por miedo a que su estómago no resistiera. Lo bebió despacio pasando suavemente por la garganta el primer alivio que caminaba por dentro.
Primero dijo “gracias” cómo pudo y después en un hilo de voz pidió mate.
Una de las mujeres se apuró en prepararlo y después de meter la bombilla de metal se acordó que en alguna parte tenía las de plástico descartable. La cambió por una de ellas pensando que la boca herida la recibiría con mayor facilidad.
Le pusieron otra almohada debajo del brazo y fue tomando uno a uno sin decir una palabra.
Se sucedieron así en el más absoluto silencio. No sabe cuántos mates se tomó. La largura de esta mujer despistaba y su color gris en tremenda largura.
Se advertía en la cara una sensación de paz y la creyeron dormida.
La dejaron sola en el cuarto sin ponerle nombre a su anonimato.
Ella había salido a tomar unos mates a otro lado, pero la violencia del conurbano abre más sucursales que los monopolios.
La dejaron dormir, era demasiado linda para soportar las preguntas sobre una violación masacre de la policía.
Cuándo despierte tal vez, cuando despierte. Cuándo la luna vuelva a hacerse paloma.

Mercedes Sáenz

jueves, 27 de noviembre de 2008

sobre FILOS DE LATA

RECIBI DEL AMIGO CARLOS EDUARDO ROJAS ARCINIEGAS, CASELO, DE COLOMBIA, UN COMENTARIO MÁS QUE AMIGO SOBRE "FILOS DE LATA".
AGRADEZCO EN EL ALMA, MÁS BIEN DESDE EL CORAZÓN, TODAS SUS PALABRAS.
EL TEXTO COMPLETO PUEDE LEERSE EN http://www.elmagodetucorazon.blogspot.com/

MUCHAS GRACIAS CARLOS Y UN FUERTE ABRAZO. Merci

lunes, 24 de noviembre de 2008

EL DESAMPARO


EL DESAMPARO



Aturde muda su fuerza de arrancar toda el alma. Es una línea quebrada, un silencio de músicos, tosco cómo un ebrio de agua. Una cuerda que estrangula hasta el desconcierto dónde no se puede definir el dolor. Perdura en una pregunta larga del deseo muerto.
Y dónde el niño de la panza hambre. Y dónde la madre sin su niño y qué del desaparecido y del de dos ruedas por pies. Y qué del que no puede, y qué del frío que es más, y qué de no cantar en abecedario. Y qué del verde que se quema. Y del agua que no es lluvia. Y qué de mi cuándo encuentro el desamparo cubriendo el mundo un domingo con mal tiempo.
No se dice el desamparo. El de uno es nada, ni ay se dice.

Mercedes Sáenz

martes, 18 de noviembre de 2008

UNA NOCHE A CAMPO ABIERTO


UNA NOCHE A CAMPO ABIERTO










Maniquí desnudo entre escombros. Incendiaron la vidriera, te abandonaron en posición de ángel petrificado. No invento: esto que digo es una imitación de la naturaleza, una naturaleza muerta. Hablo de mí, naturalmente. Alejandra Pizarnik






Oscuro cielo de estrellas a ponchadas tan grandes cómo las quiera. Una brisa, no suelo usar esa palabra, tanto más me gusta el viento suave. La brisa me parece un suspiro siempre aunque se sostenga unos segundos, el viento suave es un secreto, un susurro, un canto de río en el aire. Sucede que cerré los ojos y tiré la cabeza para atrás, tal vez algo cansada de escribir y me pinté una noche de olores y pasto dónde se apoyan las palmas de las manos para sentir que la tierra se ha quedado quieta por un segundo, aunque uno se sienta volando.
Pero abrí los ojos.Y sucede también que estoy sentada en una silla. Frente a un bicho enchufado sin patas que va a hacer exactamente lo que le diga, sí sé decirlo, y a la mayor velocidad posible.Mi cuarto está a oscuras sólo con la luz cuadrada de la pantalla, estoy esperando que amanezca.
En esos momentos mis recreos suelen ser recorrer espacios cibernéticos de otros sitios, todo en minutos de menos segundos, doy vueltas un rato por un Octavio que están escribiendo y que me encanta y vuelvo a cruzarme de piernas cómo una india y a seguir escribiendo.Cuándo no puedo hacerlo de día intento leer por las noches.Pero en el inventario de mis disparates tengo dos o tres libros que abro en cualquier hoja, ya leídos unas tantas veces. Uno de Onetti, el que primero alcance la mano, unas calles de Aldao que ya casi lo sé de memoria y un severo John Irving que me encanta pero debo de prestarle más atención si hay mucho cansancio en mi cuerpo.
Pero a la que vuelvo loca es la amable Alejandra que quiera o no quiera necesito abrirla al menos un ratito. Y me levanté de la silla y derechito abrí, porque solito el cerebro lleva cuándo ya conoce el camino y además los libros tienen esa permanente amabilidad de abrirse dónde más se los ha marcado.
“Se prohíbe mirar el césped”, leí una vez más, algo publicado en Sur en el 63, lo sé de memoria, y horas pueden hablarse de lo que esta mujer hizo con las palabras en su corta y atormentada vida, pero voy sólo a su título aunque el texto tiene tres renglones maravillosos.
Sacar de contexto cualquier frase de Alejandra es un riesgo terrible porque dónde la pongas, la digas, la recuerdes, la recites o la escribas ,va a traspasar tantas cortezas desconocidas del cuerpo que lo último que vas a recordar es que cada tanto uno debe dormir algo.Suelo decir malas palabras cuándo un escrito se lleva toda mi emoción y toda mi adrenalina, es para contrarrestar un poco.Creo que en realidad estoy tan cansada que no puedo escribir, tampoco leer mucho y entonces me fui a pasear un poco por esos laberintos de la vigilia. Alejandra en general es la responsable de esos paseos, por sus palabras impetuosas y puras, violentas y sencillas, por ese adn propio que no le conozco a otra escritora. Me sucede con poco éxito en el papel pero una sola frase de ella me dispara un montón de historias.
Me imaginé su frase “se prohíbe mirar el césped” pegada en enormes ventanales en las aulas de un colegio inglés, dónde el edificio es una isla en el medio de un verde sedoso, silencioso y parejo.Me acordé de un cartel en el bar de unos dignísimos gallegos frente a la facultad de medicina, que decía "prohibido estudiar" queriendo sólo que no les ocupen las mesas un millón de horas sin consumir nada.Esto tiene la palabra paseando por la vigilia. Volveré a mi noche de mil estrellas y veré dentro de un rato que hago con ellas.


Mercedes Sáenz

martes, 11 de noviembre de 2008

AYER


AYER






Nadie en este oscuro cemento
que lamenta sus grietas en tierra y basura
Nadie que devuelva mi nombre desde la alcantarilla
y la voracidad de la última lluvia
Pregunté por mi cuerpo quién tenía
la oscura mudez de llorar mi nombre.
no hay sobrevivientes en la voz mendiga
que dice
nada.
Ayer lo oí.
cuándo la tarde intentaba resumirse
dejando una sola línea de horizonte
ancha y circular
yo era isla de borde en los azules
pisó mis pies
sin decir nada su espuma,
con un dejo de inmensidad.
tiernamente,
con la mirada plana de unos dioses.
Sacó espinas de mi boca
los párpados volaron pájaros
y yo sabía que me iría primero, obediente
detrás del vidrio blando,
dónde no puedo verme.

Mercedes Sáenz

martes, 4 de noviembre de 2008

LA VOZ SILENCIOSA

LA VOZ SILENCIOSA




Buscaba un lugar dónde colgar la pregunta, tal vez en esos oscuros de carnicería dónde los ganchos parecen cómo signos de interrogación, tan inocentes, tan duros, tan poco flexibles. ¿Por qué se escribe preguntaste? El mundo dejó de ser viejo cuándo la sociedad cambió esa pregunta al para qué. Cómo tantas idiomas existan, cómo tantos corazones, cómo tantas rebeldías, el por qué va ser siempre un adn propio e intransferible, imposible arrimarse a su verdadera razón.

Maravillosa escritura que permite bucear y entender, conocer un poco del alma nuestra, de los otros, de los inventados, de dejarlos en papel o en cd. Y tal vez alguna historia fantástica se convertirá en cierta. Creo que considero sagrado ese misterio porque en cuánto se sepa porque exactamente, pasa a ser la voz de la piedra, del papiro y de la historia. Esos por qué los agradezco en inmensidades pero tanto me hubiera gustado estar cerca del que lo escribía, ver si era por mandato, poniendo tal vez su mejor poesía o simplemente su mayor claridad. Con los siglos que vinieron, la modernidad, la facilidad de poder cambiar lo escrito, llevarlo a millones de ojos y a millones de dinero, escribir es sólo una manera de hablar, estática en un papel o en tecnología, descartable y modificable. El escrito puede habitar siglos pero quién lo hace permanente y eterno es el que escucha. El lector es quién se apodera de él, es su único dueño, su amante y su tirano.

Una forma eterna de escribir tal vez sean los mitos que cruzando los siglos todo el mundo pone algo de su autoría. Quién escribe un mito lo encierra, tal vez cómo una forma de guardarlo y de que no se pierda, pero entonces será repetido sin la música mejor que es la voz del hombre.
¿Por qué se lee preguntaste? Porque es la voz escrita. Avidez insaciable del alma humana, generalmente. Aunque el adios que te dije nunca preferí dejarlo por escrito.

Mercedes Sáenz

martes, 28 de octubre de 2008

CONVERSANDO CON UN DURMIENTE


CONVERSANDO CON UN DURMIENTE



Cuelgan los pies en un andén vacío, mas vacío aún por ese frío de madrugada. Recuerda los bancos de las plazas cuándo camino al colegio se sentaba un rato a pensar y balanceaba cómo una muñeca con cuerda lenta todo su cuerpo. Era más fácil todo entonces.
Ahora la mochila con algunas cosas no imprescindibles pegadas a su espalda como amigos que apoyan las manos en los hombros o que abrazan.

Decidir ahora, sin hablarlo con nadie.

Ella fue la que murió en alguna parte y nadie se dio cuenta. Ella fue la que habló de frente y nunca le creyeron. Ella fue la que vio gris en sus ojos cuándo afuera el aire bailaba en colores.
¿Qué era esto de no poder explicar la palabra? ¿Quién la escribe?¿Quién la dice? ¿Quién la entiende? ¿Quién es dueño de decir, de acusar sin saber, quién es la voz que en vez de sonido o sentido tiene espadas y cuchillos y estiletes y lanzas? ¿Quién tiene todo eso si sólo puede clavarse algo una vez con la palabra?
La boca de una negra noche se abrió de quién no era sordo y no entender se hizo un grito. Nunca había comprendido demasiado a las mujeres, pero esta vez fue un hombre, que se fue rompiendo a pedazos porque la verdad importa siempre pero a veces se la ve por la mirilla de una puerta o por la mira de un fusil.
Abrió los ojos y miró a las vías.
- ¿Querés ser por este rato mi bello durmiente? Tan callado… cómo si entendieras todo.
Bajó a darle un beso y se acostó de perfil paralela al quebracho. Se acurrucó un poco para no tocar el acero. Una mano se extendió para abrazar la madera.
Cerró los ojos y con un beso silencioso que no es una palabra, esperaría.

Mercedes Sáenz
.