domingo, 1 de junio de 2008

HISTORIA DE DOS SILLAS

HISTORIA DE DOS SILLAS



Cómo ya no se hablaban, ni si se mandaban cartas, ni se contaban los quince minutos más zonzos del día con cierta complicidad y hasta con algo de poesía, cada uno decidió mandarle al otro, sin ponerse de acuerdo, cómo último mensaje, una silla vacía. La foto de la silla en dónde se sentaba cada uno cuándo se escribían a través de la computadora. Eran una de las cosas que del otro no conocían.
No habría de esta manera adioses de teleteatros, ni dimes ni diretes, ni esas cosas tan amorosas o tan trágicas que uno puede imaginar con los escritos ya que no tiene los cuatro sentidos que faltarían pegados a uno.
La voz que alguna vez habían dicho secretamente algo al oído que lo llevaban hasta la almohada y lo apretaban contra ella para que durara el mayor tiempo posible.
El olor que tantas pocas veces se habían repartido. Alguna comida en que más se degustaba el color de los ojos, las miradas que no saben dónde ponerse porque eran tan nuevitas y no sabían si de la misma manera alguna otra vez, tendrían esos colores. Y el sabor dulce que sabe repetirse. Las manos que se tocaban con un poco de vergüenza, un bajar sin tropiezos por las mejillas, tal vez sin tocar la boca porque había por otro lado gente dispersa y desconocida y el miedo de que existiera un beso de aquellos, de los que para siempre se dice de aquellos.
No volvieron a verse.
Siguieron escribiéndose a veces con voracidad y con sed, otras veces con cosas tan tontas para el que no las ve como el color de una montaña, o la manera de tomar un café, o lo tonto que estaba el perro que ladraba aunque no sonara el timbre.
Pero la vida apura y arrincona de distinta manera y nadie escapa a esa muerte que se decreta sola sin saber por qué.
En esta manera de escribir se vive de la palabra y como ninguno de los dos chateaba a veces los modos no pueden corregirse y emerge cómo un mounstro de filosas espadas lo que quiso decirse, lo que no se enteró, lo que volvió a esconderse adentro de la galera del mago y nunca más volvió a aparecer. Sólo un soplido de humo cómo una última expiación y es tan larga la galaxia cibernética que seguramente fue a parar a la salida de una pipa o al resoplido de un caballo al terminar una carrera en cualquier punto del planeta.
Las sillas quedaron solitas en una hoja blanca que ni siquiera es de papel, cada una encerrada en una computadora. Nunca se conocieron. Dicen por ahí que tenían tantas cosas para contarse. Los verdaderos secretos de cuántas veces giraban las ruedas de una de ellas. Cuántas veces él debía atender varios escritos al mismo tiempo, cuantas veces utilizar el diccionario.
Cuántas veces ella cambiaba de posición porque no apoyaba las piernas en el suelo. Cuántas veces iban a enterarse que siguen escribiendo y se leerán por ahí, por esos inmensos espacios no tan grandes cómo los que ahora los separan.
Quién diría de algo de dos simples sillas. La vida tal vez…o lo que alguno de ellos guardará para siempre en la ternura de su memoria.
Mercedes Sáenz


7 comentarios:

frid dijo...

Mercedes, magníficos todos... sugerente la conversación entre sillas. Ellas saben más que los que no supieron hablarse. Los silencios de las sillas que llevan oídas tantas historias. Y, de broma, llega "la tía gorda" y crak... no había pasado nunca... pero se desvencija. Llegó la hora a una de las sillas. ¿Y, qué hace su compañera, ahora, sin otra con la que compartir historias?

Silla rota podría titularse....

Anónimo dijo...

me encantó Merci, es dificil decir algo luego de leer esto es como si uno quebrara el encanto. Lauris.

Azpeitia poeta y escritor dijo...

Bellísimo Mercedes el relato, me ha encantado...eres fenomenal...y cuando me escribas ponme tu enlace, porque mi cabeza no es una computadora y si no me das referencias me pierdo cariño...así que la próxima vez te identificas como hago yo...así que date por reñida...¿vale?...me atrevo a reñirte porque te considero mi amiga...tu ya tenías comentarios míos en tu página...un beso mu grande de azpeitia

frid dijo...

Gracias, Mercedes... también estos días viajo más. Como Ingeniero, con el buen tiempo, hay que ver más obras... y estamos poniendo Aragón "patas arriba".

jaad dijo...

Me suscribí a tu blog. Lo iré siguiendo. Observo (leo, respiro) en la sombra.

Un saludo cubano desde España.

Sonia Cautiva dijo...

Y...bueno...el tema de las sillas ha sido algo magnífico.
Dicen los que escriben, y bien que un cuento difiere del relato porque en éste, todo está dicho y el lector tiene todo allí, sin esfuerzo y sin imaginar, en cambio en el cuento, mel que lee puede extraer otros cuentos de cada personaje, darles el cariz o matiz que le apetezca o le sugiera el texto y también el final que su lectura le suscite.
Lo hallé espléndido.
¿Por qué no llegarían las piernas de ella al suelo?.
Un abrazo, mi querida escritora y gracias por pasar por mi blog. Estoy muy agradecida contigo.
Sonia

Avesdelcielo dijo...

Tomar dos objetos como centro de una historia. Me hizo acordar que Borges se asombraba que las cosas perduraran cuando ya nosotros no existíamos.
MARITA RAGOZZA