UNOS MATES A LA TARDE
La ayudaron a levantarse del piso, cómo a una herida que no sabe en que parte del cuerpo la tiene. La ayudaron a caminar sin que abriera la boca ni los ojos. Una vez adentro la acostaron en una cama, se dejó atender sin decir una palabra por una mujer que después confirmaría que era tan dulce cómo ancha y por una chica apenas pasada la adolescencia que parecía manejarse con mucha soltura y decisión. La lavaron cómo a un Cristo, pasando trapos limpios y tibios por sus heridas. Con una suavidad puntillosa, cirujana, sin presionar fuerte sobre las heridas.
Le pusieron una almohada en la espalda para levantarla levemente. Unas manos le sacaron la tierra pegada de los ojos y en la contractura de la cara se notó que intentaba abrirlos. Logró abrirlos ante unas caras que le parecieron llenas de amor.
Le acercaron algo tibio con gusto a casi nada por miedo a que su estómago no resistiera. Lo bebió despacio pasando suavemente por la garganta el primer alivio que caminaba por dentro.
Primero dijo “gracias” cómo pudo y después en un hilo de voz pidió mate.
Una de las mujeres se apuró en prepararlo y después de meter la bombilla de metal se acordó que en alguna parte tenía las de plástico descartable. La cambió por una de ellas pensando que la boca herida la recibiría con mayor facilidad.
Le pusieron otra almohada debajo del brazo y fue tomando uno a uno sin decir una palabra.
Se sucedieron así en el más absoluto silencio. No sabe cuántos mates se tomó. La largura de esta mujer despistaba y su color gris en tremenda largura.
Se advertía en la cara una sensación de paz y la creyeron dormida.
La dejaron sola en el cuarto sin ponerle nombre a su anonimato.
Ella había salido a tomar unos mates a otro lado, pero la violencia del conurbano abre más sucursales que los monopolios.
La dejaron dormir, era demasiado linda para soportar las preguntas sobre una violación masacre de la policía.
Cuándo despierte tal vez, cuando despierte. Cuándo la luna vuelva a hacerse paloma.
Mercedes Sáenz
La ayudaron a levantarse del piso, cómo a una herida que no sabe en que parte del cuerpo la tiene. La ayudaron a caminar sin que abriera la boca ni los ojos. Una vez adentro la acostaron en una cama, se dejó atender sin decir una palabra por una mujer que después confirmaría que era tan dulce cómo ancha y por una chica apenas pasada la adolescencia que parecía manejarse con mucha soltura y decisión. La lavaron cómo a un Cristo, pasando trapos limpios y tibios por sus heridas. Con una suavidad puntillosa, cirujana, sin presionar fuerte sobre las heridas.
Le pusieron una almohada en la espalda para levantarla levemente. Unas manos le sacaron la tierra pegada de los ojos y en la contractura de la cara se notó que intentaba abrirlos. Logró abrirlos ante unas caras que le parecieron llenas de amor.
Le acercaron algo tibio con gusto a casi nada por miedo a que su estómago no resistiera. Lo bebió despacio pasando suavemente por la garganta el primer alivio que caminaba por dentro.
Primero dijo “gracias” cómo pudo y después en un hilo de voz pidió mate.
Una de las mujeres se apuró en prepararlo y después de meter la bombilla de metal se acordó que en alguna parte tenía las de plástico descartable. La cambió por una de ellas pensando que la boca herida la recibiría con mayor facilidad.
Le pusieron otra almohada debajo del brazo y fue tomando uno a uno sin decir una palabra.
Se sucedieron así en el más absoluto silencio. No sabe cuántos mates se tomó. La largura de esta mujer despistaba y su color gris en tremenda largura.
Se advertía en la cara una sensación de paz y la creyeron dormida.
La dejaron sola en el cuarto sin ponerle nombre a su anonimato.
Ella había salido a tomar unos mates a otro lado, pero la violencia del conurbano abre más sucursales que los monopolios.
La dejaron dormir, era demasiado linda para soportar las preguntas sobre una violación masacre de la policía.
Cuándo despierte tal vez, cuando despierte. Cuándo la luna vuelva a hacerse paloma.
Mercedes Sáenz
7 comentarios:
Hay Mercedes Tus letras me dejan soñando mientras te leo desde lo lejos besos compañera
Los argentinos sabemos de lo que hablas Merci, en el final desencadenas la trama que habla de la angustia de la gente, especialmente de tu Buenos Aires. Y por aquí despertamos cada mañana con angustia en esta Santa Fe que se acostumbra a la violencia de la miseria, similar de la de ustedes, y donde los que tuvieran que enterarse no se dan por aludidos / Ojala pudiéramos dedicarnos a contar las pequeñas historias blancas que se nos van haciendo pasado y cosas cada vez más lejanas. Hoy, tu mano maestra me ha dejado el corazón ardiendo, de placer y bronca. Tú como yo escribes lo diario que palpita y esta realidad nos conmueve y no sabemos ser indiferentes, gracias y ojala podamos compartir momentos más felices para todos, pero debemos decir estas cosas..Un abrazo mi amiga querida.
Cruda realidad Mercedes, Horrores que pasan en Buenos Aires cuándo alguien simplemente a tomar a unos mates. Hay un final que nos dejaste abierto o yo interpreté otra cosa. El lugar de dónde vino la agresión es bastante fuerte, según lo entiende. La claridad del relato, las pequeñas pinceladas de poesía y realidad lo hacen muy, muy bueno. felicitaciones. Martin Panese
Emocionante tu relato Mercedes, no me dejas indiferente, por tu forma de escribirlo ni por lo que en él cuentas.
Un abrazo grande
mj
Que triste que uno en algún momento de su vida tenga que digerir el vivir diario con una infusión para poder seguir aguantando una tras otra las difíciles quemazones que producen las indigestiones.Buen escrito,como dirían en los tiempos de Cervantes"Pardiez",un saludo afectuoso del otro lado del océano.A.Dulac
A. Dulac quiero agradecerte tus palabras y se me hace dificil encontrarte. Recorrí excelentes pinturas pero no puedo saberlo con certeza. Te dejo aqui mi agradecimiento con todo el corazón. Un saludo afectuoso. Mercedes Sáenz
Amiga impresionante. Ese dolor que sentiste al escribirlo nos duele también porque es una realidad que en mi país también se vive. Un fuerte abrazo Mercedes.
Carlos Eduardo
Publicar un comentario