sábado, 24 de diciembre de 2022

 A NUESTRA MADRE

Que pase pronto este momento fiero madrecita!



En el cielo de poetas encontraré las palabras?
No creo
Dar vuelta por sus ojos justo cuando no te mira
Solamente así se puede ver el color
Azul a mares y verde pasto nuevo y gris tibio de cenizas
Si esos ojos te miran desaparecen los colores
Son dos mundos mágicos que todo lo escuchan
Con inteligencia, paciencia y ternura.
Mujer de viento, rodete y aljibe
Mujer de heridas y raspones curados con un soplido
en un sur absolutamente solitario.
Mujer de la calle Arroyo y atrio de la parroquia del Socorro.
Fue lo mejor que pudiste pasarle a papá,
preguntó por vos cada día de su último cansancio.
Nunca pudimos doblarte madre, tu metro setenta se levantaba mil veces como una esfinge.
Tu resistencia es la valentía que no tiene nadie.
Me hubiera gustado escribir tu vida, pero mi mirada sola no alcanza y somos muchos hermanos.
Envolvería tus hojas escritas con un zócalo de azulejos azules, adentro con notas de Verdi y el viento de tu mar. El sol lo llevas puesto en la piel desde hace años.
Yo era chica, veníamos caminando y tenías puesto un vestido lindísimo, en el espejo de una vidriera me preguntaste ¿Algún día caminaré como Sofia Loren?
Tan niña también madre…
Y sierra Leona cuando tuviste que defendernos de revistas sonsas
Hay varias formas de mujer escondida y aparecen en cuanto te llamamos
Creo que ni los mosqueteros dieron tanto, pero vos sin juramento
Mujer a la que en las crisis más grandes no paraba de leer, y aún con tiempo para escribir en su pared, el soneto de Bernárdez…si para recobrar lo recobrado debí perder primero lo perdido… Bernárdez nunca supo que además de que todos lo sabíamos de memoria, se convirtió en las tablas de su ley.
Muchas veces la he visto caminar de lejos y siempre tenía la sensación de que alguien la seguía. A veces se daba vuelta con una sonrisa quieta. Estoy segura que le preguntaba a nuestro Dios si quería algo de agua. O le decía que ya la había ayudado bastante, que siguiera nomás.
En algunas de esas esquinas te pierdo madre, no sabía cómo, además de todo, tarareabas un tango o una ópera despacito. Creo que en fondo no sabía leer tu coraje. Cuando la mirada declina y se cansa y se aquieta el fuego, la admiración no permite ciertos razonamientos
Si hubiéramos sabido que hubiéramos podido hacerte más feliz, respirarte despacio, con el corazón en calma y el alma apretada de orgullo.
Creo que alguien te trajo de otro mundo y se olvidó de darnos la llave de tus secretos.
Me gustaría sacar las estacas de todas las sogas
Y a tus casi 94 años, sentarme horas con vos mirando el mar…
Gracias madre nuestra querida.
Mil veces Gracias
Mercedes Sáenz
Maria Enciso, Soledad Enciso y 24 personas más
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domingo, 25 de septiembre de 2022

 POEMA DE MIRARTE 

 El vino busca en la boca inclinada un beso de vidrio color ébano.
 no recuerda el verso 
confunde las lunas
los pies no alcanzan la rueca. 
la ira no es ya tormenta brutal queriendo verse cómo el hombre que –yo- sigo viendo.
un estilete blando marcó los hilos en el tapiz de su cara 
dibujó su tierra 
en dónde palidecen sus dioses oscuros 
en una blancura desmedida. 
Será su último día. 
No existirá mañana. 
Y yo lo miro… 
tiemblo, también en mi copa -creo que quiso mirar allí sus propios latidos- 
me pidió que no lo toque hasta que la muerte lo toque primero. 

 Mercedes Sáenz

viernes, 9 de septiembre de 2022

 

ES MEJOR UN NUEVE QUE UN DIEZ

 

Vas a aparecer con más fuerza en estos días, tal vez porque las fechas se anudan y se asocian.

No importa.

Lo fuiste sugiriendo de a poco o lo aprendí sola.

No intento jamás tener un diez en nada, ni en la vida, ni en el centímetro cúbico de mi historia, ni en la sangre.

Todo eso es un formato absurdo del que sólo reconozco lo que ha quedado en el corazón.

No hablo de hacer una torta que para mi es difícil, no hablo de metas que no tuve o no tengo. No hablo de la vida, en ella apruebo para los que miran, solamente con un cuatro si es que todavía existe ese número.

Cuanto más pasa el tiempo, más cerca estoy de entender tu historia. Porque de eso se trata ¿no? De entender. No de juzgar. No de comparar. No de exigir más de lo que ignoro profundamente.

De todas maneras, hay una ambigüedad absurda en estos pensamientos.

No hablaría de vos si no hubiera una amorosa diferencia entre el debe y el haber. No me gusta la matemática.

Tampoco es cero la diferencia entre una cosa y la otra.

Este escrito es para vos. No creo que sea congruente para los poquitos que leen por estos lados.

Es una manera de evocarte con todo el cariño del mundo. A las cuatro de la mañana después de una tormenta feroz afuera.

Dicen que te moriste el día del maestro. Yo creo que fue antes. Fue cuando la intensidad de cualquier cosa rodaba por las colinas sin poder detenerla.

Muy en el fondo, creo que querías un diez en esa materia.

Somos unos nueve padres. No sabemos mezclar el uno con el cero. Vos sabías.

Mercedes Sáenz

sábado, 27 de agosto de 2022

 

 

NOCHE

 

Maniquí desnudo entre escombros. Incendiaron la vidriera, te abandonaron en posición de ángel petrificado. No invento: esto que digo es una imitación de la naturaleza, una naturaleza muerta. Hablo de mí, naturalmente. Alejandra Pizarnik

 

 Oscuro cielo de estrellas a ponchadas tan grandes cómo las quiera. Una brisa, no suelo usar esa palabra, tanto más me gusta el viento suave. La brisa me parece un suspiro siempre aunque se sostenga unos segundos, el viento suave es un secreto, un susurro, un canto de río en el aire. Sucede que cerré los ojos y tiré la cabeza para atrás, tal vez algo cansada de escribir y me pinté una noche de olores y pasto dónde se apoyan las palmas de las manos para sentir que la tierra se ha quedado quieta por un segundo, aunque uno se sienta volando. Pero abrí los ojos. Y sucede también que estoy sentada en una silla. Frente a un bicho enchufado sin patas que va a hacer exactamente lo que le diga, sí sé decirlo, y a la mayor velocidad posible.Mi cuarto está a oscuras sólo con la luz cuadrada de la pantalla, estoy esperando que amanezca. En esos momentos mis recreos suelen ser recorrer espacios cibernéticos de otros sitios, todo en minutos de menos segundos, doy vueltas un rato por un Octavio que están escribiendo y que me encanta y vuelvo a cruzarme de piernas cómo una india y a seguir escribiendo. Cuándo no puedo hacerlo de día intento leer por las noches. Pero en el inventario de mis disparates tengo dos o tres libros que abro en cualquier hoja, ya leídos unas tantas veces. Uno de Onetti, el que primero alcance la mano, unas obras completas de Borges, un severo John Irving que me encanta pero debo de prestarle más atención si hay mucho cansancio en mi cuerpo. Pero a la que vuelvo loca es la amable Alejandra que quiera o no quiera necesito abrirla al menos un ratito. Y me levanté de la silla y derechito abrí, porque solito el cerebro lleva cuándo ya conoce el camino y además los libros tienen esa permanente amabilidad de abrirse dónde más se los ha marcado. “Se prohíbe mirar el césped”, leí una vez más, algo publicado en Sur en el 63, lo sé de memoria, y horas pueden hablarse de lo que esta mujer hizo con las palabras en su corta y atormentada vida, pero voy sólo a su título aunque el texto tiene tres renglones maravillosos. Sacar de contexto cualquier frase de Alejandra es un riesgo terrible porque dónde la pongas, la digas, la recuerdes, la recites o la escribas ,va a traspasar tantas cortezas desconocidas del cuerpo que lo último que vas a recordar es que cada tanto uno debe dormir algo.Suelo decir malas palabras cuándo un escrito se lleva toda mi emoción y toda mi adrenalina, es para contrarrestar un poco.Creo que en realidad estoy tan cansada que no puedo escribir, tampoco leer mucho y entonces me fui a pasear un poco por esos laberintos de la vigilia. Alejandra en general es la responsable de esos paseos, por sus palabras impetuosas y puras, violentas y sencillas, por ese adn propio que no le conozco a otra escritora. Me sucede con poco éxito en el papel pero una sola frase de ella me dispara un montón de historias. Me imaginé su frase “se prohíbe mirar el césped” pegada en enormes ventanales en las aulas de un colegio inglés, dónde el edificio es una isla en el medio de un verde sedoso, silencioso y parejo. Me acordé de un cartel en el bar de unos dignísimos gallegos frente a la facultad de medicina, que decía "prohibido estudiar" queriendo sólo que no les ocupen las mesas un millón de horas sin consumir nada. Esto tiene la palabra paseando por la vigilia. Volveré a mi noche de mil estrellas y veré dentro de un rato que hago con ellas.

Mercedes Sáenz

 

viernes, 12 de agosto de 2022






 QUIERO PEDIRTE UN FAVOR 

Fueron días bravos, de amigos, de hermanos, fueron días en que la muerte coquetea por las puertas de los conocidos y a veces entra, a veces amaga y se va.

Fueron días en que mi cuerpo tuvo muchos dolores por distintos motivos. Yo ya no sé distinguir si son una nimiedad o me están avisando de algo. Ya no importa. Nunca creí en el suicidio y ahora menos. Tengo los mejores hijos del mundo, pero están muy fiacosos para tener hijos. No tengo nietos, por un lado me da alegría porque es como si la vida la saborearan lenta y feliz. Tal vez tiene otros motivos que todavía no han sido discutidos con mis oídos. Les entregué la vida hace muchos años con una sola premisa. En la vida se debe ser bueno y tratar de ser feliz. Sólo eso. Después, entre el Dios que creo que les entregué y el mundo construirán sus vidas.

Terminado este párrafo tan largo quiero pedirte un favor.  A vos, que creo que te vas a dar cuenta que  sos el destinatario sin que escriba tu nombre. A vos que siempre diste generosidad continúa. Sin saltearte un minuto en los que vi tu vida. 

Hace años que no te veo, pero te necesito esta noche y varias noches. Te necesito hasta que pase toda esta tormenta larga y arenosa. Hasta que mis ojos dejen de lagrimear casi sin motivo propio. Hay tantos por los que lloro de noche. Está todo muy enredado, salpicado, tajeado te diría. 

También se que todo va a pasar de la manera que aTata Dios se le ocurra-

Necesito tu abrazo. No necesitas venir ni aparecerte. Yo sé que estás. Y tu abrazo la última vez que nos vimos hace millones de años todavía lo tengo en la piel. Fue el más sincero de toda mi vida, el más lleno de amor, el que llenó mis células y todo mi cuerpo sin una gota de erotismo. Tu amor fue siempre demasiado puro.

Quiero pedirte un favor, pasa por mi cama esta noche, tírame el pelo para atrás (seguro esta todo enredado) y dame un beso en la frente y abrazame con tanta fuerza que me tenga que despertar para agradecerte.

Sólo eso. Ya sabés ser un ángel sobrevolando por todos lados. Te pido unos días para mí. No dejes de atender a nadie, pero por favor, pasa a visitarme. Voy a devolverte tan fuerte ese brazo, tan fuerte, que va a ser una manera de agradecerte todo el amor que sentiste por mí.  Y yo jamás lo olvidé. En el alma esos amores no se olvidan ni tampoco la mirada de esos ojos azules.

Seguramente esa mañana despertaré más feliz.

Ah, y decime en secreto al oído si querés que haga algo por alguien, sin duda voy a tratar de hacerlo.

Desde ya mil abrazos y mil gracias

Merci


viernes, 22 de julio de 2022

 

HOMBRE DE POCA PALABRA




Están aquí los siete dolores de la tierra
las agonías pasean ahora
en la ciudad de mármol
con los otros muertos.
Impiadoso y mudo
desapareció tu nombre
dejando en el aire de arena
un tajo oblicuo hacia el cielo.

Es hora de irme,
el día sin empezar
desmoronó en el borde
sin brazos el último secreto.´
Es hora de irme,
ya no creo en la imaginada eternidad
de tu palabra.

Mercedes Sáenz

domingo, 10 de julio de 2022

 MIÈRCOLES A QUÈ LA TARDE

La cara cruzada por la calle, la mano pasó cerca de los ojos como si tuviera arena. Apenas podía respirar con el apuro inmóvil porque las otras dos la estaban esperando.
Cada miércoles a la tarde en un departamento del quinto piso de un barrio del norte se encontraban las tres. Sin dar explicaciones hace tiempo que Maggie estaba llegando tarde.
Subió por el ascensor sin mirarse al espejo. Bajó los ojos para ver el ruedo de su pollera y los colores orientales giraron alrededor de sus piernas tocando los talones de sandalias bajas de tientos de cuero y una tobillera de plata que la había convertido en esclava sin dueño.
Se sacó el anillo de su anular izquierdo y lo soltó en su bolsa de arpillera.
Tocó el timbre con un dos tres dos que era su clave. En la puerta los besos formales se cruzaron sin hacer tambalear la copa de vino de la mujer que abrió la puerta.
- Maggie, - cariño sin sorpresa, como gato echadito en el mismo lugar - ¿tomás algo?
- Lo que vos estés tomando. - Y se sentó en un sofá blanco.
Botella de vino tinto con un moño rojo, más cara de lo que cuesta toda una tarde en la peluquería y tres copas comunes.
Estela sirvió dos deteniéndose en lo que pensaba su buena costumbre. Laura tomó una.
Prendieron tres velas antes de apagar las luces de sombras benévolas que entornaban los ojos. Las caras
perdían su edad y los cuerpos prendían una liviandad gesticulosa y felina.
- Brindemos - dijo una - Hoy hace tres años que salimos de Alcohólicos Anónimos. - Ya ni siquiera como pacto secreto el vino se llevó por las gargantas un río oscuro de palabras.
Estela empezó primero cuando pensó en la sangre de Cristo, ese al que varias veces le pidió ayuda y del que no obtuvo respuesta. Tampoco nada le respondía el señor de las redes cuando a cualquier cruz que encontraba contra la pared la ponía con los pies para abajo o la rompía cuando no podía volver a crucificarla. «Si me habré cansado de hacer lo que pedías, cada domingo, cada día de familia de película americana, planchando equipos blancos perfectos que nadie notaba ni al rayo del sol fuerte». «Te corto los pies» le dijo a la última cruz cuando su marido ya no estaba y sus hijos tampoco y escribió ESTELA en las simétricas formas. Horizontal y vertical. «Vas a tenerme encima de vos todo el día y no vas a poder ir a ningún lado, porque yo no voy». La cruz quedó siempre en la mesa, a la altura de las rodillas cerradas, en el medio de la bandeja de puro café, junto a las llaves que se dejan de pasada.
Laura tenía el pelo no demasiado largo, se lo cortaba con hojitas de afeitar, tomándose todo el tiempo que fuera necesario, de frente y perfil con un amor prolijo a la paciencia de sus años de peluquera en Villa Urquiza. Su cara era muy linda, también sus dientes. Nunca dejaba de ser linda, lo decía su tutor de Alcohólicos Anónimos que estaba perdidamente enamorado de ella. Ella no, pero vivía con él.
El vino de Laura dio vueltas por sus dientes y paladar y volvió con un suave soplido a su copa. Tragaba el vino en el segundo intento. Hacía lo mismo con cada sorbo, todo en su vida quiso hacerlo dos veces. Más de dos nacer y morir. En la doble A se hizo amiga de Estela sólo para copiarle los colores de la ropa, Estela de azul caro, precario azul para Laura. Las velas se ocupaban de desaparecer los cuerpos por un rato y los ojos de Laura y Estela estaban en alguna parte.
A Maggie le costó mucho menos dejar la droga que el alcohol, era la más joven y la que hizo casi siempre lo que se le dio la gana bastante parecido a lo que podía. Ahora no sabía cómo hacer para traicionar ese rito de los miércoles. Las pastillas que tomaba las tiraba en la cartera de la misma forma que tiraba el anillo que Julio había puesto en su dedo. Tres años de Maggie haciendo todos los miércoles lo mismo.
Levantó la botella de vino y suavemente dibujó una línea en el sillón blanco hasta agotar el contenido. La copa invertida en su mano la bajó hasta el muslo y las últimas gotas desaparecieron en los colores de la pollera. Llegó hasta el ascensor y sola de pie quedó la copa en el piso y la miró desde tan alto - princesa airosa del mil dos defendiéndose en un juicio, la pensó - y se sonrió recordando a esa hora la mochila atropelladora del 5° «B».
Prefería no saber si alguna vez volvería. Prefería saber cómo era la vida con el prolijo de Julio y las clases de pintura. Necesitaba alguna estructura para poder derrumbarla más pronto cuánto más aburrida.
Mercedes Sáenz
Puede ser una imagen de lago, árbol, naturaleza y cielo
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