

ESTA NOCHE TAL VEZ
Hay una casa que empieza en la ochava de una esquina, de columnas labradas y ángeles niños con las narices rotas. Dos puertas de madera que a nada le temen porque el tiempo poco les ha hecho. La cadena que cuelga con un candado abierto es una tonta ironía pues nadie se anima a tocar siquiera la pintura de afuera, harapos de mariposas, astillas que el viento hará volar cuando se le antoja.
Dos escalones de belleza pura y ancha reparados por un techo en que los tirantes se trenzan más arriba con moños de clavos gruesos imperturbables.
Ahí está ella y no llora. Esperando cada noche. Envuelta en mantas y cartones sosteniendo un jarro de lata con guantes que no cubren la punta de los dedos. A veces el vino que cae del jarro se vuelca y se pega en el pelo cuándo la cabeza se inclina soñando con su nombre en el mármol que no llega a cubrirla para siempre.
Hace años su hijo murió de un tiro en esa esquina, en esa puerta.
Han querido sacarla mil veces y dicen que sólo contesta con una mirada de ceniza.
Esta ahí y no llora cómo un embrión que un soplido hará nacer más lejos.
Está siempre ahí, dicen también que la casa es suya.
El campanario de la catedral cercana azota antes que amanezca y entonces ella llora.
Cuándo oscurezca de nuevo esta noche esperará , y tal vez…
Mercedes Sáenz
