lunes, 13 de octubre de 2008

OCHENTA CÓMO NINGUNA

OCHENTA CÓMO NINGUNA



Que quede tu valentía en un costado, tu cuerpo antes que el de cualquiera para parar un golpe, tu paciencia de noche, tu buen modo auque muchas veces no supieras que decir, este no es un escrito de honores mamá, ni de tus heroísmos, ni de tus insomnios, menos de tus largos llantos en silencio. Ni de tus vigilias, ni de tus enormes esfuerzos por hacer de la vida de cada uno de nosotros lo mejor que pudiste. Nada de eso madre. Este escrito, no puedo ni siquiera decirle poema acostado, es… sobre tus disparates.
Cumplis ochenta mamita y sumamos tantos años entre todos tus hijos que cuándo empecé a pensar la cantidad de virtudes que tenías para cada uno de nosotros no me alcanzaban las hojas. Y empecé a acordarme de otras…
¿Quién hace las señas de truco al revés? En el medio de un partido chivo, claro.
¿Quién tiñe con té los flecos de su vestido de madrina tomando sol en una terraza tres horas antes del primer casamiento de una tus hijas mujeres?
¿Te dieron ya premio al mérito por ser la mujer que con mayor habilidad se ha colgado del colectivo sesenta en horario pico? Es un segundo decías, no cuesta nada, creo que en el fondo hacías gimnasia gratuita y paseando.
¿Quién camina por la vereda del sol en pleno verano con cuarenta y dos grados cantando una parte de la Traviata?
Otro hubiera sido el final del cuento de Cenicienta si hubieras andando por esos pagos mi viejita querida, porque tu pie tomaba el número del zapato que hacía falta ese día, sobre todo si era prestado.
¿Quién a fuerza de decir “yo llevo pecetos con ensalada de papa y huevo duro” a cualquier evento multitudinario y familiar aprendió cómo nadie a que fueran los más ricos del mundo? Le corro a Leguizamo, a Fangio y al que esté de turno en Ferrari., Bueno al Gato Dumas, a Peter o a Aguiñano.
¿Quién a los setenta y cinco dijo “tengo ganas de ponerme un top”? Aunque físicamente parecías de ocho mil menos.
¿Quién ,mamita , firmaba en una revista de humor famosa sus escritos como mima mamemima?
¿Quién hacía las tortas más torcidas del mundo y disfrazaba lo que parecían plegamientos terrestres con mil kilos de chocolate?
¿Quién le tiraba por debajo de la puerta cuentos escritos de su puño y letra absolutamente salidos de tu imaginación a sus hermanos haciéndoles creer que eran la suscripción de algún diario?
¿Quién contaba las porciones de algo rico antes de servirla y si faltaba una, decretabas que ese día, ese producto justo a esa hora te daba alergia?
¿Quién dice mil veces “yo voy, no me cuesta nada, quién dice mil veces, elijan lo que quieran porque me da lo mismo?
¿Quién puede querer tanto de esa manera?
¿Quién después de haberse viajado el mundo y haberse leído la mitad del otro sigue prefiriedo su primer libro de la adolescencia?
No habrá ninguna igual, no habrá ninguna, todas murieron; si alguna lo hubiera necesitado también le hubieras prestado toda tu piel y toda tu voz.
La vida es un disparate madre, pero que placer que existas cumpliendo ochenta!!!

Merci

sábado, 11 de octubre de 2008

UN SÓLO RENGLÓN

Para agradecerle a Carlitos Paez Villaró el sol que me entregó en las manos. Un abrazo. Mercedes Sáenz.

miércoles, 8 de octubre de 2008

QUERÍAN DECIR VOSOTROS

Desde este lugar chiquito, es mi pequeño retazo de memoria,
tratando de cuidar las palabras para que no sean estiletes que acusan sin razón
a los que nada tuvieron que ver. Para recordar a los verdaderos valientes, no a los que se embaderan en justicieras cruzadas si tener la menor idea de lo sucedido. Este texto simple
podría escribirlo en quechua, pero llegaría sólo a unos pocos y creo que todos de alguna manera
con el corazón debemos rendirles homenaje y en lo que nos compete a cada uno, reparar el genocidio.
Para todos mis indios, antes de un 12 de octubre


QUERIAN DECIROS VOSOTROS



Piel de la tierra
espaldas anchas
descalzo por siglos,
lanza y piedra
bravura de honor,
era quiénes habitaban
de norte a sur.
El oro
parte
de lo que daba la tierra
se descolgaba del sol
para hacerlo eterno
en las manos.
La plata, hembra metal
tan fuerte cómo sus mujeres.
El mundo era uno
en los campos sembrados
de dónde sacar sólo
lo que se necesitaba.
Universo imperfecto tal vez
bautizados por los ríos
por los siglos de los siglos,
de norte a sur.
Y llegaron ustedes de encaje y arcabuces
blancos y sedosos y
querían decir vosotros
antes de matar, matar, matar.


Mercedes Sáenz

lunes, 6 de octubre de 2008

ESTA NOCHE TAL VEZ




ESTA NOCHE TAL VEZ




Hay una casa que empieza en la ochava de una esquina, de columnas labradas y ángeles niños con las narices rotas. Dos puertas de madera que a nada le temen porque el tiempo poco les ha hecho. La cadena que cuelga con un candado abierto es una tonta ironía pues nadie se anima a tocar siquiera la pintura de afuera, harapos de mariposas, astillas que el viento hará volar cuando se le antoja.
Dos escalones de belleza pura y ancha reparados por un techo en que los tirantes se trenzan más arriba con moños de clavos gruesos imperturbables.
Ahí está ella y no llora. Esperando cada noche. Envuelta en mantas y cartones sosteniendo un jarro de lata con guantes que no cubren la punta de los dedos. A veces el vino que cae del jarro se vuelca y se pega en el pelo cuándo la cabeza se inclina soñando con su nombre en el mármol que no llega a cubrirla para siempre.
Hace años su hijo murió de un tiro en esa esquina, en esa puerta.
Han querido sacarla mil veces y dicen que sólo contesta con una mirada de ceniza.
Esta ahí y no llora cómo un embrión que un soplido hará nacer más lejos.
Está siempre ahí, dicen también que la casa es suya.
El campanario de la catedral cercana azota antes que amanezca y entonces ella llora.
Cuándo oscurezca de nuevo esta noche esperará , y tal vez…

Mercedes Sáenz

martes, 30 de septiembre de 2008

CARAMELOS SUCIOS




CARAMELOS SUCIOS



Se levantó cómo siempre de un tumulto y barullo. Sin espejo, más que el chiquito del baño. Algunos de los diez y seis de su familia se habían ido por el día, por unas horas o por un tiempo. No sabía de quién era una cara nueva que dormía en uno de los únicos dos cuartos.
Sacó de abajo del colchón una bolsa pegajosa de caramelos ácidos y unos papelitos de colores rosa liviano y casi transparentes. Los puso arriba de dónde dormía por ratos, si estaba vacío. Envolvió con habilidad uno por uno y los guardó en una mochila que usaba sin saber su dueño. La panza ya hacía ruido y tal vez la otra señora del kiosco, la otra, la que está cerca de la estación, le diera un mate cocido con pan fresco y manteca con olor a derretida. Era el trato si lo veía todos los días vendiendo caramelos.
Se subió al tren después de un día de paro ferroviario. No lo mires dijo la señora parada al lado con una chiquita. Y no lo toques aunque se pare cerca.
En tanto sin que lo viera, uno de sus hermanos envolvía pacos y la señora esa y la otra seguían con sus vidas. ¿Quién quiere mirarlo? Saberlo

Mercedes Sáenz

jueves, 25 de septiembre de 2008

UN DIOS Y SEPTIEMBRE









UN DIOS Y SEPTIEMBRE





Sube y baja el agua por los siglos de los siglos. Se hace desierto la memoria. El sol lo es y tan fuerte que todo lo aquieta. El ruego pide y acude un silencio sin respuesta. Se sueña siempre con las manos que trabajan hasta la otra orilla.
El hombre aquí parece haber olvidado el mundo, no se va de él.
Vuelve sin rencor aún cuándo todo queda disperso en tierra de inocencia blanda. Perdona cuándo la raíz invade con lentitud cómo un impulso anunciado irrefrenable. Después de todo, todo crece mil veces.
Y a mi me dió los ojos y no sé en dónde están mis manos.


Mercedes Sáenz






domingo, 14 de septiembre de 2008

POEMA PARA EL ÚNICO VOS, EL DE ESOS OJOS



POEMA PARA EL ÚNICO VOS, EL DE ESOS OJOS




Los ojos negros se hunden en mí y suelen prenderse con la ternura de una lámpara de aceite tibio titilando bordes de oscuridades, símbolos de derrumbar muros cuándo soy vulnerable a cualquier hora que empieza el alba. Los ojos negros me llevaban por el mundo, por los indios, por los moros, por esa redondez dónde no hay límite de color en la pupilas.
Pero los tuyos son el azul bruto del mar más embravecido y el último celeste de la tarde antes de que se acabe el cielo, antes de girar sobre mis latidos cómo una noria incansable curando mis heridas.
Esa delicia de encontrarme en tu mirada que me hacen volver con la sed de mi propio sudario a empaparme con sólo el rumor del agua tuya.
Esos que me hacen una vez más despertarme con vos y hacer un poema acostado por saber que el sabor del pan sigue siendo el mismo.
Ojos azules, una mañana de estas salpicaré con besos algunos trazos negros detrás de tus pestañas y creeré entonces que estoy dando la vuelta al mundo. Al tuyo y al mío, amor.


Mercedes Sáenz