jueves, 22 de mayo de 2008

DE LA PUERTA


DE LA PUERTA


Le costó caminar por los adoquines. El taco alto se le hacía oblicuo y la pierna se le inclinaba aún más hasta obligarla a detenerse. Tenía miedo que el bebe que llevaba en los brazos se le pudiera caer. Cruzó con paso ligero, usando los ojos cómo una defensa para cualquier cosa del mundo que pudiera detenerla. Parecía una azafata vestida de azul y llevaba el niño con esa misma actitud de uñas recién pintadas y manos limpias con la que las de abordo entregan cualquier pedido, una pastilla que detiene el ataque de un corazón a los saltos o calman con un vaso indiferente la sed de algún niño malcriado.
Llegó a la puerta de un hospital bastante prolijo. Arrimó dos sillas y en lo que consideró la sala de espera, cobijó su cuerpo en las mantas y lo dejó dormido cómo estaba.
Cuándo se retiró con el mismo paso apresurado sintió que nadie había notado su presencia. Es el entrenamiento que dá el hacer las cosas cómo elegante deber, sin poner nada de uno. Sintió también que a ese bebe no le había visto los ojos y nunca tal vez lo haría.
Su aerolínea en su último regreso salió puntual como siempre hacia la otra punta del mundo. Y en el primer silencio de su asiento de descanso pensó que encontró un bebe abandonado en la puerta dónde se alojaba por última vez en la Argentina.
No le contó a nadie. Cómo tampoco lo había hecho cuándo abandono su propio hijo para trabajar de azafata.
La llamaron para servir un refresco y no pudieron despertarla. Nadie supo porque desde sus ojos abiertos bajaban caminos negros y líneas ocres, húmedas, hasta lo blanco de su pañuelo.

Mercedes Sáenz

6 comentarios:

Pedro Pablo Pérez S dijo...

SE siente dolor y tristeza en ese final del pañuelo blanco.

Buen texto, un abrazo

Anónimo dijo...

Me encantó Merci. La cadencia, las palabras, las imágenes!!!! Muy bueno, escribis cada vez mejor. L.

Anónimo dijo...

Muy bien. Estas historias hacen pensar que lo que uno hace mal o bien se repite... pobrecita.

Avesdelcielo dijo...

Los protagonistas de casi todas tus historias no tienen nombre. Eso lo hace universal y siempre vigente.
Este relato tien entremedio frases tan logradas como la tristeza que se anuda al leerlo.
Excelente, Merci
MARITA RAGOZZA

Anónimo dijo...

¿Quien puede perder dos veces la vida? da demasiada tristeza pensarlo.Alguien comenta que no hay nombres en los cuentos. Es verdad,tal vez sea mejor la confusión de no poder llamarlos.Me gustó el texto,te felicito Mer.
Me da placer abrir estas puertas y encontrar algo nuevo cada vez.
La Fati

Azpeitia poeta y escritor dijo...

La vida es siempre volver empezar, sino fuera así nos moriríamos de aburrimiento...un beso de azpeitia