DIOSES ATEOS
Una belleza extraña parece el callejón en su pasillo de plata vieja con una luz en transición y silencioso. Un barco en marea brava en que el movimiento se detiene.
Asoma una cabeza pequeña y apunta la boca junto a la nariz tocando todo cómo si fuera una mariposa feliz y libre volando con inocencia.
Todo su cuerpo parece dócil y la punta de sus patas calientes contra el suelo frío se apoya pisando un suspiro de algodón en el viento.
Todo ese universo de gato se acerca al vidrio de mi ventana y sus ojos tienen un color violáceo de mermelada de moras.
Siglos de mitológicos secretos adjudicados tal vez porque nada se sabe. No me gustan los gatos y estoy eligiendo palabras que me gustan al oído. ¿Cómo un riesgo en el miedo? Es cómo adular en el ruego a un dios en el que no creo.
Esos seres -placeres solitarios- que sólo claudican a seducción por conveniencia, que se mueven con la sincronización de una galaxia que vemos.
Son todos ateos. No pueden ser un error de Dios.
Mercedes Sáenz
4 comentarios:
Tampoco me gustan los gatos, mi querida Merci, pero respeto ese andar silencioso que sorprende la mirada.
Me gusta este texto.
Un abrazo
Algún día habrá que hablar de los ciegos... los gatos tienen esos ojos grandes escudriñadores, y ese temperamento egoista que los define... pero también saben, por instinto de animal doméstico, tocar la fibra sensible de su dueño. Pero están muy cerca del animal salvaje y por eso son tan imprevisibles. Pero no son un error de Dios. Tampoco los "ciegos", ni los "ateos"... los errores son humanos cuando la ceguera es la del "que no quiere ver"... lo que no le pasa a tu gato que "ve demasiado"... ni al que ve "cinco patas al gato".
Encantador relato.
frid
Disiento con vos, Merci, respecto a los gatos. A mí me encantan. Son misteriosos, sigilosos, elegantes. . . aún así me deleitó tu reflexión sobre ellos.
MARITA RAGOZZA
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