jueves, 29 de mayo de 2008

SENTARSE A NEGOCIAR

SENTARSE A NEGOCIAR


Hay un puente de piedra no muy grande que cruza una zanja profunda dónde el agua hace años que no crece. Se mantiene así como una alfombra de espejos retacitos producto de últimos arreglos municipales. Le digo puente pueblo porque está en las afueras del conurbano y es distinto a cualquier otra parte. Hay un sauce y poco puede agregarse cuándo hay un sauce debajo de un puente de piedra y sus ramas llegan hasta el suelo.
Descendí un poco la barranca y unos versos que ya andaban por mi cabeza empezaron a ordenarse mientras mordisqueaba distraídamente una manzana.
Las ramas verdes se movieron y apareció con su ropa de tierra y sueño, con sus veinte años o más y el pelo separado en versículos de los tirones que le había dado más de uno de los que creen que enseñan cómo enderezarse en la vida. Las piernas medias desnudas ofreciendo una inocencia generosa a los tajos que ya ni siquiera se sienten.
Tanto mío lo siento a este pedazo de puente pueblo que nunca me di cuenta que no tenía miedo. Seguí masticando mientras mi lengua nunca tan tonta separaba en mi boca la cáscara de la manzana, no sé para qué, creo que para no hablar, porque me la tragaba igual.
Se sentó a unos metros, pocos, el sol le pegó en los ojos negros sin hacerlo pestañear siquiera y prendió un cigarrillo de marihuana.
- ¿Cómo te llamas?, pregunté hablando con la boca llena (no tenés edad hija diría mi madre).
- ¿Le importa?
- No particularmente. Quiero que vengas conmigo a un lugar. Es a dos cuadras. Te presento a alguien, si no te interesa, vos solito hacés tu chau. Mañana voy a volver cómo casi todos los días de sol y haré de cuenta que no te he visto.
- ¿Si no, qué? ¿Cree que puede hacerme algo por este fasito de mierda?
- Sabés que no y particularmente no me interesa.
- ¿Usted es media rara Doña? Muchas veces la vi. desde abajo el árbol y anda sola colgada de no sé que cosas mirando para arriba y escribiendo. ¿A dónde quiere llevarme?
- Vamos. Me paré y me siguió callado sin saber porque. Su cuerpo no parecía demostrar la menor intriga. De sus ojos no puedo decir nada porque mientras caminábamos no podía mirarlos. Fumaba en las dos cuadras tranquilamente su cigarrillo de marihuana.
Llegamos a la Iglesia de San José. Antes de verle la cara de resistencia o de asombro me apuré a decir: No lo apagues, por favor no lo apagues.
Golpee la puerta que conozco y apareció Juan, el cura párroco.
- Juan quiero que hables con él, si me precisas para algo me llamás. Le colgué a Juan un beso medio manzano y me fui pegando la vuelta. Llegué a ver que entraron los dos.
Volví masticando manzana a mi puente pueblo. Me senté de nuevo en la barranca pensando como sería sentarse a negociar con Juan que hace ya dos años que es el amante de una amiga mía y que ambos fuman marihuana.
Es más fácil discutir cualquier cosa bajo techo y con un plato de buena comida
Mercedes Sáenz.

2 comentarios:

Avesdelcielo dijo...

Me resultó tan fotográfica la descricpción de Juan ( " . . .el pelo separado en versículos " . . .¡genial!), " los retacitos de espejos", el puente . . . que la historia se me fue derramando ante los ojos.
Claro, para los que tenemos el plato lleno todos los días, es más fácil. Excelente el remate y el tratamiento del tema.
¡Bravísmo!
MARITA RAGOZZA

josé lopez romero dijo...

Me dejaste perplejo Mercedes, no se si es una historia real o producto de tu fértil imaginación pero, me parece un texto muy rico de reflexión.