martes, 22 de abril de 2008

M.P.A.


M.P.A.

Tenía que hacer un trato con la vida y pidió unos rezos para que el dolor la dejara tranquila. No sabe quién rezó por ella. Pero sabía que para lograrlo debía quedarse sola.
Para poder quedarse sola se sentó en un desierto absoluto. El rezo de una lluvia le cayó cómo si fuera a una esfinge. Un murmullo inclinado llegó desde un campanario pidiéndole a no sé que dioses que se identifiquen, pues las voces que acudían a llevarse su herida eran varios.
El dolor esperó sentado en un banquillo, sabía que era su día final, que se había convertido entonces en un invitado hipócrita, gentil, tácito, ni siquiera decía su nombre. Aceptó irse con la condición de dejar la herida, esa que hizo con el hierro derretido en el frío.
Pero ella no aceptó el trato.
El dolor se supo vencido y solo se levantó sin que nadie le indique el rumbo, siempre sabe a dónde llegar e instalarse. Envolvió la herida en una capa roja de agua y sangre que goteaba lento pero en el desierto seca rápido. ¿Siempre intenta ese gesto de última y pobre dignidad?
Las voces de los dioses temblaron el campanario. No hubo trato. Otra vez mañana amanecerán lunas. Y ella agradeció sin saber siquiera de dónde llegaban las voces.
¿Qué hará sin la herida, sin un dolor de siempre? ¿Que hará?
Las voces empezaron a callarse, a volarse cómo los que se van de los campanarios. El desierto parecía menos solo. Se olvidó del absoluto.
-Escribiré medios poemas acostados. Así voy a llamarlos. Medios porque no sé hasta dónde lo són, poemas, porque quiero escuchar su sentido con cierta sonoridad y acostados porque no quiero levantarlos. Seguramente no los quiero ver en posición vertical hasta que puedan pararse solos.
Acababa de hacer un trato con ella y feliz se puso a escribir esperando sí, las lunas que amanacerán otra vez mañana.



Mercedes Sáenz

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Dolores y heridas que no se quieren cerrar. Hay heridas de vida... en el pecho abierto del Pastor. Y Él la lleva como una señal de amor.

Quizá el dolor sea necesario para saber que el amor que late en uno es de verdad, sea su crisol.

frid

Avesdelcielo dijo...

Deslumbrada, ese pacto con el dolor entre imágenes envolventes y sensible.
MARITA RAGOZZA